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Science and its times. Vol 5. 1800 to 1899 (Parte 6)

En el siglo XIX hubo un descubrimiento de gran importancia pero que seguramente se cree que es más espectacular y enigmático de lo que realmente fue: La piedra Rosetta.

Como casi todo el mundo sabe, esa piedra se descubrió durante la campaña de las tropas de Napoleón por Egipto y fue un medio muy importante en la tarea de descifrar el sentido de los jeroglíficos egipcios.

Pero menos gente sabe que la famosa piedra es realmente un mamotreto de más de 700kg y 1m de altura.

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También se sabe que en ella están esculpidos tres textos, en jeroglífico, en demótico y en griego antiguo. Dado que el griego antiguo se conocía, y con lo que se iba sabiendo de los jeroglíficos, al final se terminó descifrando el demótico (que sería una forma popular de representar los jeroglíficos).

El caso es que fue el lingüista Jean-François Champollion el que aportó puntos de vista diferentes para conseguir el éxito que otros no tuvieron. Seguramente porque cuando se encargó del asunto apenas tenía 18 años y muchos ánimos.

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¿Y qué novedades aportó Champollion? Pues primero relacionó el texto demótico con otra lengua conocida de la zona, la de los coptos (egipcios cristianos), encontrando relación en 15 de los signos.

Otra de sus ideas fue todavía más revolucionaria. Hasta entonces se pensaba que los jeroglíficos representaban concepto e ideas (ideogramas), pero champollion pensó en si era posible que también representaran sonidos o letras (fonogramas). Y en el caso de los jeroglíficos, se mantienen ambas opciones a la vez!

Y por último, se dio cuenta de que los grupos de jeroglíficos rodeados por una línea, eran los nombres fonéticos de los faraones. Esa configuración ya lo había encontrado Giovanni Belzoni en un obelisco que también tenía el texto en griego.

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Por cierto, ¿por qué esa mezcla de jeroglíficos y griego? Pues porque después de Alejandro Mago, en Egipto quedaron gobernando sus descendientes los Ptolomeos, que instauraron el griego como lengua oficial aunque se siguiesen usando los jeroglíficos como escritura religiosa y el demótico como escritura popular. Y dado que esos Ptolomeos tenían nombres griegos como faraones (y por tanto no "representables" por jeroglíficos del tipo ideograma), sus jeroglíficos tendrían que ser fonéticos.

Otra idea que Champollion usó, aunque no era novedosa, fue el conocimiento de que los jeroglíficos (que llegaron a ser más de 6000, aunque se usasen de forma habitual unos 1000) sólo representaban consonantes (igual que el hebreo y el árabe), por lo que es necesario disponer de signos determinativos, colocados delante de cada palabra, que evitasen las ambigüedades (por ejemplo, habría que añadir un signo específico a la palabra "pl" para dar a entender que se refería a "pelo" y no a "pala" o a "palo").

También hubo que aclarar el sentido de la escritura de los jeroglíficos (habitualmente de derecha a izquierda, según la dirección que indican los animales y personas).

Como se ve, no fue cosa de un genio afortunado, sino que le llevó la friolera de 14 años y no consiguió descifrarla entera, aunque estableció un alfabeto de 26 letras y signos silábicos. ¡Pero sólo la mitad eran correctos!

Seguramente fue en parte porque tanto al texto griego como al jeroglífico les falta un buen trozo de piedra. Suerte que ese mismo texto (un edicto real) se encontró más completo posteriormente en otros sitios y así se pudo completar el descifrado.

Pero el trabajo de Champollion queda como otro ejemplo del esfuerzo científico (ese 1% de inspiración y 99% de expiración que decía Graham Bell) junto con la mente innovadora para conseguir logros que permiten el avance del conocimiento.

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