OPHELIA BENSON: ROMPIENDO EL TRATO
En este capítulo la escritora O. Benson (https://en.wikipedia.org/wiki/Ophelia_Benson) indica que el principal motivo para no creer en el dios normalizado es que nadie sabe realmente nada sobre ese dios. A fin de cuentas, ese es el concepto básico: Dios se define como un ente sobrenatural más allá de la comprensión humana.
Tal como se indicó anteriormente, se asignan a ese dios características apriorísticas de omnipotencia, omnisciencia y benevolencia. Pero nadie las puede conocer realmente. Nadie sabe si ese dios es realmente omnipotente. Sólo lo afirman los que creen en él. Como si dijeran que es rubio y de ojos azules.
Simplemente se le asignan las características de las que se supone carecemos sus creaciones, dando lugar a que un ser perfecto haya creado seres imperfectos, con lo cual la omnipotencia a tomar viento (ah no, que al principio sí que éramos a "imagen y semejanza" pero luego vino la desgraciada esa de Eva y la manzana. Mujer tenía que ser...). A los creyentes la lógica les importa muy poco. Siempre tendrán una explicación, y si no, queda el siempre útil recurso de que no podemos entender los designios divinos.
Siempre hace gracia cuando a un creyente se le dice si su dios omnipotente podría crear una pluma tan pesada que ni él mismo pudiera levantarla... Se lo toman como un insulto o que ese dios no está para hacer lo que queramos, rojo ateo de mierda. Claro, lo que sea antes que responder. Quiénes somos nosotros para poner a prueba los atributos que los creyentes le han asignado.
Los creyentes no necesitan saber cómo es su dios. Les basta la fe. Pero muchos creyentes de renombre han escrito páginas y páginas sobre eso. Así que debe ser importante.
Ese dios es el que nos da las cosas buenas, pero, sorprendentemente, esa responsabilidad se esfuma cuando se trata de cosas malas. Las cosas malas son culpa nuestra (o de los ateos y gays). Se salvan de un accidente o de una enfermedad grave gracias a dios, pero cuando mueren miles en un terremoto no es culpa de dios. Algún deportista gana una medalla y levanta la mirada dando gracias a dios. Pero el último no suele echar pestes de ese dios cuando gana otro. Debe ser que ese dios tiene preferencias (será del madrí o del barça? Cuando gana un ateo está mirando para otro lado?). La epistemología religiosa es todo un ejemplo de arrimar el ascua a la sardina... o como se dice ahora customizable. Cuando no interesa, sacamos a dios de la ecuación.
Qué fácil sería decir "creo que dios me salvó" o "creo que dios es bueno". Nadie tiene nada que objetar a que cada uno crea lo que considere oportuno. El problema es que los creyentes no creen, afirman, y pobre de ti si se lo recuerdas. Tratan sus creencias como conocimiento que los demás debemos aceptar sin rechistar. Un conocimiento que, vaya, no somos capaces de entender: Dios es inefable. Círculo cerrado.
Pero, por qué ese dios tiene que ser inefable, omnipotente, benevolente y, joer, invisible? Porque lo dicen los que han montado este negocio? Mis padres me quieren mucho y se preocupan por mí, pero nunca los veo... Vaya argumento.
Los creyentes aceptan la invisibilidad de su dios porque así lo han fabricado. Si nadie lo ha visto, lo lógico es razonar que no existe. Pero como eso no es aceptable para un creyente, hay que buscar otra explicación: Dios tiene que ser invisible como atributo previo.
Y si no te convence el argumento, ya sabes: Nosotros, pobres mortales, no podemos entender a ese dios. Sobre todo cuando los ateos hacen preguntas. Mejor creer en un dios que te condenará al dolor eterno si no haces lo que mandan sus autoproclamados representantes.
La existencia de ese dios no se puede conocer como se conoce la existencia del Sol, se tiene que aceptar como acto de fe. Dios nos pide (bueno dios no, sus autoproclamados representantes) que tengamos fe en su existencia. Y que seamos buenos, que cuando palmemos ya, si acaso, le veremos.
Encima, según parece, ese dios nos pone a prueba para comprobar si nuestra fe es firme...(otros podríamos decir credulidad y docilidad, pero bueno). Si tan omnisciente es debería saber distinguir si tenemos buenas o malas cualidades sin necesidad de ponernos a prueba, no? Ah, el invento del libre albedrío, ya...
Es que si dios no nos pusiese a prueba, lo de la fe sería una chorrada. Claro, la fe es como aprender piano, requiere años de práctica. Tiene que ser puesta a prueba, si no no vale. Con lo fácil que es que dios se apareciese y dijera, eh que aquí estoy yo, todos a disfrutar de la contemplación eterna de mi gozo. Pero la religión no acepta esos atajos, no. Hay que sufrir en este valle de lágrimas. Hay que ganarse el cielo. Pero, primero, hay que aceptar sin discusión que ese dios invisible e inefable, existe. Tenemos que aceptar lo que no aceptamos en ninguna otra faceta de la existencia humana: No quiere que conozcamos, que sepamos, sino que aceptemos que existe.
Ese es el sentido del título del capítulo: La autora no acepta el trato de asumir previamente la existencia de ese dios. Si ese dios hizo al ser humano con la capacidad de razonar, no deberíamos aceptar algo que escapa a la razón humana. Es porque así nos pone a prueba, dicen algunos creyentes. No, no aceptamos pulpo como animal de compañía. Así que puedes llevarte el juego.
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