LA RELIGIÓN Y LOS TRIBUNALES
JUICIOS FAMOSOS
EL JUICIO DE LITTLE ROCK
Fue en 1981-82, en esa localidad de Arkansas, donde estaba en vigor el Acta 590, que obligaba a enseñar el creacionismo científico al mismo nivel que la evolución en las clases de ciencias. Era un intento de adoctrinamiento religioso camuflado como libertad de elección, para que los niños tuvieran acceso a todas las teorías y que escogiesen lo que mejor les pareciera.
El tribunal no se tragó la patraña y determinó que ese intento era simple y llanamente introducir adoctrinamiento religioso en los colegios públicos.
Curiosamente, el Acta 590 prohibía expresamente las enseñanzas bíblicas. Incluso no era obligatorio para los profesores que no estuvieran de acuerdo con esa patraña que la tuvieran que enseñar junto con la evolución (pero dado que tenían que impartirla sí o sí, podían llevar a alguien externo que lo hiciese por ellos).
Los promotores de la ley eran casi todos católicos, mientras que los fanáticos evangelistas seguían con lo suyo: Prohibir la enseñanza de la evolución y obligar a todos los colegios públicos a usar la Biblia.
Como siempre, los periodistas buscando carroña para llenar páginas de los periódicos. No en vano se pretendía revivir el circo del Juicio Scopes. Una nueva guerra entre religión y ciencia en los postmodernos 80.
Un año antes, en una encuesta, 3/4 de los entrevistados consideraban que el creacionismo bíblico y la evolución debían enseñarse conjuntamente en los colegios públicos. La majadería esa de que quien paga impuestos manda.
Por supuesto, los picapleitos no desaprovecharon la oportunidad de montar su feria. Eso junto con una prensa ignorante y arrogante, hacen el resto: Más atención a las formas que a los contenidos.
Además, el juez se consideraba un liberal, así que los fanáticos le fueron a la piel: Como se refería al creacionismo como "la visión bíblica de la creación" ya era poco menos que un comunista. El caso es que en enero de 1982, el juez sentenció que el acta 590 era anticonstitucional, al no cumplir la Primera Enmienda pretendiendo introducir un adoctrinamiento religioso en las clases de ciencias de los colegios públicos. Los malabaristas del blablablá, como Norman Geisler (quien participó como testigo en el juicio) consideraban que la sentencia era instituir la religión del humanismo, que muchos evolucionistas y gente de ciencia tiene creencias religiosas y demás filigranas dialécticas. Un gran orador según unos, un mal perdedor, según yo.
El problema es que esa gente no reconoce su error de partida: Ninguna creencia religiosa, ni creacionismo, ni ID, es asunto de debate científico. Pretenden por todos los medios darle el mismo nivel intelectual que la evolución y son cosas completamente diferentes. Sus asuntos, en las iglesias y cursos de teología, pero no tienen cabida en las clases de ciencias. Por mucho que se pretenda hacer libres a los niños para que decidan. Las clases de ciencias no son lugar para el debate religioso ni para que los niños decidan qué creencia religiosa (o atea) prefieren. Todas las religiones son doctrinarias por naturaleza.
A esos fanáticos se les ve el plumero sobre su libertad de elección cuando se dice que, entonces, hay que enseñar TODAS las creencias religiosas (por supuesto, incluyendo la del espagueti volador o pastafarismo, que tiene el mismo derecho que las demás). Entonces se les hincha la vena del cuello y se enfurecen porque se pone al mismo nivel su religión con esas otras cosas que no son la verdadera religión.
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Tengamos en cuenta que por aquellas épocas empezaba el virus ultra de la Mayoría Moral (evidentemente cristiana), un movimiento de fanáticos religiosos cuyo objetivo era obligar a la sociedad a regirse bajo sus creencias religiosas y trasladarlas a la gobernanza económica y política, no solo a los colegios (sí los antecesores de los ultras de Tea Party, en un claro ejemplo de involución, aunque la autora del libro considere que las ideas de esa mayoría moral de Jerry Falwell "se han desvanecido hace tiempo de la vida pública"). De 1985 es el libro, ahora de actualidad gracias a la serie, The Hansmaid's Tale, que se desarrollaba en unos USA gobernados por los intolerantes religiosos (aunque la autora de este libro que comento, de 2010, lo relacione más con los talibanes).
En la parte de la acusación (el juicio estaba promovido por un pastor metodista contra la ley estatal) hubo testigos del nivel de S. J. Gould. Pero todos fueron muy claros: El creacionismo es una creencia religiosa que no está en el mismo plano intelectual que la evolución y deben ser debatidos en ambientes distintos. Pero eso es la lógica, algo que no aceptan los fanáticos religiosos. Y el miedo de algunos de los participantes en el juicio (algunos de los abogados llegados de N. York también trabajaron gratis, aunque posiblemente contando con la fama) es que empezaran con las clases de ciencias y siguieran con todo lo demás. Algo que, con el Tea Party, los evangelistas y la alt-rigth (con la entusiasta ayuda de los hackers rusos) es cada vez más posible.
Unos fundamentalistas que no renuncian a la mentira y la tergiversación de estudios científicos para arrimar el ascua a su sardina. Por no hablar de los propios científicos que niegan las evidencias anteponiendo sus creencias religiosas a la propia realidad. O que pretenden demostrar científicamente la existencia de dios, base del ID.
La verdadera ciencia pasa de la religión, es un asunto personal. Ciencia y religión juegan en ligas distintas. Sus bases, su filosofía, son diferentes (ni opuestas ni antagónicas). Pero los fundamentalistas religiosos lo ven como una batalla, y la quieren ganar aniquilando al enemigo. Sin cuartel. Los más moderados, quieren conseguirlo modelando un poder político y judicial a su gusto. Que para eso pagan impuestos.
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