CHARLES DARWIN Y LA REVOLUCIÓN DARWINIANA
PRIMERAS RESPUESTAS TEOLÓGICAS A LA EVOLUCIÓN
Los religiosos, no sólo los más fanáticos, atacaron con rabia a la Evolución pues, en su ignorancia, consideraban que desmantelaba los más básicos fundamentos de su fe. La Evolución era totalmente incompatible con "la palabra revelada de Dios" y, en una demostración de la lógica religiosa, por tanto, tenía que ser falsa.
No sólo los anglicanos empezaron a echar espumarajos por la boca, los católicos y los protestantes también participaron en la carrera para ver quién estaba más rabioso. En Francia, además, incluyeron su chovinismo contra los ingleses. Y eso que los ególatras franceses siempre se consideraron los inventores del racionalismo...
Incluso proyectaron las habituales perversiones sexuales propias de los creyentes acusando de viciosos a los partidarios de la Evolución. Como siempre, la religión acusando a los demás de sus propios pecados. Y sí, también se pidió una cruzada contra la Evolución. Esta vez, sólo intelectual.
En los USA, como ahora, dieron muestras de su casi adorable infantilismo, razonando que si se enseñaba a los niños que descendían de los monos, cómo se iba a evitar que se comportaran como tales? En su ignorancia, poco les importaba que Darwin jamás dijo que los seres humanos descendieran de los monos.
Esto todo era por la publicación del Origen de las Especies, por cierto. Todavía fue peor cuando apareció The descent of Man. Ahora ya se babeaba "aberración" desde el Vaticano, cuyo Papa consideraba que el darwinismo iba incluso contra los hechos observables!! Sí, a ese nivel llega el fanatismo, la soberbia, la hipocresía y la falsedad de la religión.
Porque llegaban a decir que eso de la supervivencia de los más preparados (que recordemos es de Rusell Wallace, no de Darwin) iba en contra de la mansedumbre propia del cristiano. Lo dicho, la cara de cemento armado de esta gente es de proporciones épicas.
LOS PRECURSORES DARWINIANOS
Se suele usar la palabra elegante para definir la Teoría de la Evolución. Además, es fácilmente comprensible, incluso por los granjeros que llevaban generaciones cruzando razas. Por eso todo el mundo hablaba de ella.
Al mismo tiempo, puso patas arriba la anterior obligación de que tenía que haber un propósito por encima de nosotros para todo lo que existía. Ya no era necesaria la presencia de un dios, de ninguno, para explicar la naturaleza. Dios quedaba para la metafísica (y para el negocio de la religión). Parecía que la literalidad de la biblia era sólo para fanáticos como J. Ussher y su Tierra de 7000 años de antigüedad.
Pero Darwin no surgió de la nada, en él también se puede ver una evolución del pensamiento científico. Aunque algunos le echaran mucha, pero mucha, imaginación. Como el abogado calvinista milenarista francés I. de la Peyrere y su raza pre-Adán (1655): Serían unos Gentiles (es decir, paganos) anteriores a que dios insuflara el alma a Adán (a Eva que le den, parece). Una idea en su momento descabellada, pero que introducía el concepto de evolución o progreso en la especie humana. Una sandez ahora que algunos fanáticos de la literalidad de la biblia vuelven a usar.
El concepto de progresión y jerarquía también se puede encontrar en la Gran Cadena de los Seres, casi de más éxito en la filosofía y la poesía que en la ciencia. Mitad paganismo griego, mitad cristianismo, esa cadena o escalera tendría en su extremo más alto a dios e iría bajando en categoría hasta las clases sociales más bajas. En el Renacimiento incluso situaron a los animales en ella.
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Ya en la Ilustración se tenía claro que las especies no eran entidades fijas sin modificación desde la supuesta creación: En Francia, B. de Maillet sugería que la vida se había desarrollado a partir de formas más simples hasta llegar a las complejas.
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Él también hizo sus cálculos y consideraba que la Tierra tenía 2000 millones de años de antigüedad (ahora se calcula en unos 4500 millones) y que la humanidad habría aparecido hace unos 500000 años (los restos más antiguos del género Homo son de unos 2'6 millones de años, pero los de Homo Sapiens son de hace 200000 años). En su momento se le tachó de radical, pero sus números no andan tan descaminados para ser de 1748.
Ya en el siglo 18, el Conde de Buffon planteó la idea del origen de la Tierra y otros planetas a partir de trozos desprendidos de una colisión cósmica contra el Sol. Esa Tierra primigenia se iría enfriando hasta que la vida surgiera del mar unos 33000 años después y los animales y plantas otros 60000 años después.
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Según sus números, los humanos tardaron otros 70000 años en aparecer (salen menos de 200000 años para la formación de la Tierra). Por cierto, también consideraba que las formas de vida ancestrales habrían ido cambiando con el tiempo en respuesta a las condiciones de su entorno.
Por esa época también andaba el astrónomo francés P.-S. Laplace con su idea de la nube primigenia como origen del Universo. Este muchacho pertenecía a la corriente de los deístas, que consideraban que dios sólo había puesto en marcha el chiringuito y que después se habría retirado a un discreto segundo plano no intervencionista.
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También en biología era cada vez menos necesaria la intervención divina a medida que se iba profesionalizando. C. F. Kiel Meyer y F. Schelling en Alemania planteaban algo parecido a una evolución, y en Inglaterra el abuelo deísta E. Darwin escribía poesía (parece ser que bastante mala) evolucionista.
El que tuvo más éxito y persistencia fue el también francés J.-B. Lamarck, quien publicó en 1809 su Philosophie Zoologique, con su transmisión de caracteres adquiridos, pero dentro de un marco teísta.
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Para él, dios habría dotado a la naturaleza con un impulso vital que les haría cambiar hacia formas más complejas.
Ya en 1844 apareció un escrito anónimo titulado Vestiges of the natural history of creation que tuvo bastante repercusión, recopilando muchas de las ideas de Laplace con una naturaleza llena de vida en constante desarrollo contra las dificultades. Muy en línea con el pensamiento de la época.
También en aquella época se empezaba a tener un registro fósil a disposición de los estudiosos, aunque demasiado escaso para obtener conclusiones definitivas sobre la evolución. Unas limitaciones que también señalaba Darwin en sus trabajos, aunque en la confianza de que los descubrimientos futuros le dieran la razón.
Como indica la autora, puede ser que la palabra Evolución se pareciera demasiado a Revolución, lo que nunca ha gustado ni a la iglesia ni al poder (esto lo digo yo). Sobre todo con la experiencia de la Revolución francesa tan relativamente cerca que, precisamente, pretendía acabar con ambos.
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