El capítulo 4 se titula The strife aginst purpose.
Sí, es otra brasa sobre que no es posible entender la evolución sin ser parte del propósito de una inteligencia superior.
Para Iverach es inadmisible que la evolución pueda ser auto-explicativa.
Ya que siempre hubo explicaciones creyentes (critistianos, paganos, teístas...) para "que la armonía que impregna la naturaleza tenga un fundamento de lo más seguro en la fe en un Gobernante del universo inteligente y benéfico", está claro que debe ser así.
Por supuesto, ignora a todos los que no son creyentes y a todos los que los creyentes apartaron, ningunearon y quemaron. Por no hablar de la modificación de cualquier idea que no tuviera en cuenta a dios. Ese es el principio básico de la escolástica: Poner dios en todos los sitios en los que los demás pusieran otra explicación.
Cómo va a haber otra explicación que no sea el "designio creativo, esa variedad de armonías, esas exquisitas adaptaciones de los medios a los fines, con lo cual el mundo se considera cumplido...".
Se queja de que algunos piensen que cada vez que "una ley (científica) es descubierta, también se prueba la ausencia de Dios". No le basta con las causas eficientes, él quiere que se acepte, sin más, que por encima está la causa final de su dios. Que todo tiene un propósito (que nadie conoce, pues no vamos a tener la soberbia de pedir explicaciones a ese dios) y que en ese propósito divino no entra ni el capricho ni lo azaroso. La "Mente" es infinita, eterna e inmutable, que se conoce a sí misma y su propósito.
Ni tan siquiera le gusta la versión de Spinoza (muerto en 1677 y, por cierto, un sefardí, es decir, judío de origen español), quien consideraba que todas las cosas eran expresión del infinito poder de dios, no de su voluntad.
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Es decir, le daba un baño de humildad a aquellos que se creyeron lo de que el Hombre es el culmen de la creación divina, y que por eso el Hombre debería rendirle culto en señal de agradecimiento.
Para Spinoza, el ser humano es consciente de sus deseos, que hace las cosas con un fin y que se contenta con encontrar la causa de lo que ocurre. Pero que no es consciente de por qué tiene esos deseos. Lo que es útil, lo es porque le sirve para su conveniencia (los dientes para comer, los animales para ser su comida, por ejemplo). Como el ser humano no creó los dientes para comer ni los animales para ser su alimento, razona (el soberbio ser humano, no Spinoza) que han sido creados por dios para ese exclusivo propósito.
Es decir, que la naturaleza, según Spinoza, no tiene un propósito específico (que todo sirva al ser humano, cúspide de la creación) sino que esa causa es sólo el producto de la imaginación humana.
Como, según Iverach, Spinoza buscaba destruir la idea de "propósito", fuera con él.
Incluso las más abstractas creaciones matemáticas humanas le parecen a Iverach muestra de la inteligencia divina. Porque para él, al científico le basta con conocer las causas de algo, pero no el por qué de esas causas!!
Es lo que tiene ser un creyente. No puede haber nada que no conduzca a su dios. Y si no lo hay, se desprecia a quien propone otra explicación más simple y basada en las evidencias.
Incluso aplica su razonamiento a una máquina de vapor: Es posible explicarla por la función y propósito de sus componentes; pero también es posible explicarla según el propósito final de su constructor. Parece correcto para algo artificial, producto de la necesidad y el ingenio del ser humano.
Pero comete el error básico de aplicar el mismo razonamiento a las cosas naturales, como un eclipse: Se puede explicar por la posición relativa de ciertos cuerpos celestes (por ejemplo, Tierra, Sol y Luna, explicación que es auto-conclusiva y no necesita de una mente superior y divina); pero según él también se puede explicar por el propósito final de su creador. Lo que pasa es que nosotros, pobres mortales, no somos capaces de entender el propósito del creador de los eclipses!!!
Y lo mismo pasa con todo lo demás: Es expresión de la voluntad, del propósito del autor, sea una máquina de vapor, o las obras de Shakespeare, aunque ni la máquina de vapor ni las obras de teatro mencionen directamente a su autor. Por tanto, aunque en la naturaleza podamos explicarlo todo sin precisar a ningún dios-autor, para Iverach no implica que no exista ese dios-autor. Lo que pasa es que no lo vemos.
Y vuelve a la misma murga de que un mecanismo no explica un hecho ni un efecto puede ser más grande que su causa.
Negar el propósito divino cae en el antropomorfismo (en el sentido de que el ser humano puede explicar todas las cosas y no precisa una causa exterior ni divina), que para Iverach "es simplemente una llamada a la ignorancia".
Como ya escribí anteriormente, con dos cojones!
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