Malos tiempos los del Renacimiento para la religión. No porque perdiera su poder político sino porque la Ciencia demostró claramente sus falacias y mentiras. Otra cosa es que ese desenmascaramiento sirviera para algo. Que vista la actualidad, más bien fue para poco.
En cualquier caso, fue una época aquella en la que las discusiones debieron ser magníficas, con la religión como gato panza arriba (y con la tea de quemar en la mano). Con la ayuda del protestantismo (principalmente el calvinismo y el luteranismo) que dirigieron sus ataques a la base misma del cristianismo: la interpretación de la biblia.
Dada la redacción de los llamados textos canónicos, la tradición (la patrística) medieval había derivado en una interpretación de los textos bíblicos figurativa y alegórica (con el ejemplo más sorprendente, tal vez, con el poema erótico del Cantar de los cantares). Frente a ello, parte del protestantismo pedía por una interpretación más literal como medida de asegurar la fidelidad a los preceptos. Ante ese ataque (y el de las demás sectas más minoritarias contra la ortodoxia romana)la propia facción católica limitó todavía más la capacidad de análisis e interpretación, buscando una autoridad única. De ahí las consecuencias del concilio de Trento. Y una de las consecuencias de esa unificación ortodoxa fue la de controlar las diferentes teorías científicas para que fueran "integradas" (convenientemente modificadas) en la doctrina y evitar las implicaciones no adecuadas para el statu quo.
Así que se revisó hasta la "vieja" teoría atómica de Demócrito. Una teoría filosófica más que física, que postulaba la composición de la materia como pequeñas partículas eternas, indivisibles, infinitas, sometidas a las leyes del movimiento y, lo que es peor, sin necesidad de ser creadas. En un alarde de inteligencia, las autoridades católicas identificaron esas características con el más puro ateísmo, al no necesitar a un dios para crear y gobernar su comportamiento (el invento del libre albedrío creo que vino bastante después.
Y el atomismo no casaba muy bien con otro invento, el de la transustanciación, ese desbarre mental de que el vino y el pan se convierten en sangre y carne durante la eucaristía. Algo que no cabía en la ciencia desde que Aristóteles hablaba de la esencia de las cosas frente al accidente de sus características externas (las apariencias). Es decir que la transustanciación esa no cabía en la doctrina aristotélica de la esencia y las apariencias: el vino seguiría siendo vino y el pan, pan, por muchos birlibirloques que hiciera el cura.
Así que aparecieron los corpusculistas, que retorcieron la realidad para "adaptarla" a los prejuicios religiosos. Al final, metían a dios como el creador de un número finito de átomos que formarían una materia infinitamente divisible (sic), a la que dotaría de movimiento y que dios sería la fuerza motriz de todo el proceso pasado, presente y futuro. Y por supuesto, que todo funcionaría según los propósitos de ese dios. Sí, los del diseño inteligente ni en eso son innovadores.
Y eso que esta idea corpusculista no se libró de ser casi considerada una herejía también. Pero fue la que finalmente tuvo más aceptación. Y a la porra los átomos de Demócrito.
Pero la ciencia es cabezona y, sobre todo, mejor explicación de la realidad que la religión. Así que a medida que esa ciencia iba explicando aquellos fenómenos que hasta entonces se suponía de intervención divina, la cosa se fue poniendo dura para la religión. Una religión que ya en sus primeras páginas consideraba el conocimiento como fuente del pecado (¿no fue Adán el que comió del árbol del conocimiento del bien y del mal? Por cierto, el la biblia no pone nada de una manzana. ¿Será que en la Vulgata, escrita en un mal latín, tradujeron "mal" como "malum", o sea "manzana" en latín correcto. Pero si nos ponemos a hablar de las incorrecciones de la biblia...).
En fin, dado que las explicaciones científicas de los fenómenos naturales eran más lógicas, precisas y ciertas que las "explicaciones" religiosas (basadas en comulgar con piedras de molino)se inició el proceso de erosionar la confianza en la "revelación". Desgraciadamente, la erosión es un proceso muy lento y todavía hoy las piedras de molino siguen muy presentes en la sociedad civil (y en la mente de los científicos).
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