Hoy una breve curiosidad sobre la vida de los matemáticos. Que parece ser tienen fama de ser muy aburridos.
No es el caso de Girolamo Cardano.
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No sólo es el que utilizó los números complejos para resolver ecuaciones cúbicas. No, esto no fue lo más interesante de su vida.
Para empezar era hijo ilegítimo, lo cual, en aquella época, no daba muchas oportunidades para prosperar en la vida. Pero era ilegítimo de un abogado, con lo que algo de suerte tuvo. Y debía ser espabilado porque sus ingresos provenían de apostar a los dados y al ajedrez. Y también se hizo médico en la importante Universidad de Padua.
Eso sí, como era bastardo no se le permitió practicar medicina en su natal Milán.
Pero no en otros sitios, pues llegó a tratar una vez a un Papa. Eso no le valió visitar la cárcel condenado por herejía: hizo un horóscopo de Jesús.
La condena no le duró mucho pues un año después ¡era astrólogo papal!
En fin, una vida muy intensa. Igual que la de Tartaglia, otro matemático al que se le acusó en su tiempo de hacer pasar como propia una traducción de Arquímedes hecha por el belga Willem van Moerbeke tres siglos antes.
¿Tendrá que ver esto con la forma de pensamiento matemático? El pensamiento deductivo habitual parte de verdades generales para derivar (deducir) verdades específicas. Las matemáticas son inductivas: se parte de lo específico y se llega a lo general. Eso quiere decir que una proposición matemática general debe ser probada paso a paso y comprobando que cada una de sus aplicaciones es igualmente cierta. Además, usa las partes ya comprobadas para probar la veracidad de las siguientes.
Una época interesante, con el famoso teorema de Fermat como símbolo del esplendor de las matemáticas.
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