Fueron tiempos de cambios. De derribar los viejos pilares y comenzar a construir un nuevo edificio en el que la razón era el motor del avance. Y no fue fácil. Muchos dejaron la vida en el empeño. Pero consiguieron hacer prevalecer la ciencia sobre la creencia.
Como el inglés William Harvey, que mostró la potencia del método científico en su estado más puro: acumulación brutal de evidencias para apoyar sus ideas, tanto que ni los más firmes enemigos pudieron vencerle con la razón. Y conociendo a los enemigos, se preparó a conciencia. Porque echaba por tierra todos los fundamentos galénicos de la circulación sanguínea. No en vano, casi todos sus contemporáneos rechazaron su explicación, aunque se correspondía con la realidad.
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La teoría galénica indicaba que la sangre se originaba en las vesículas gástricas e intestinales, luego iba al hígado, dónde se transformaba en la sangre venosa. Después entraba en la vena hepática, que según la teoría, era el origen de la vena cava que transportaba la sangre desde la parte superior del cuerpo a la inferior, desde donde volvía a subir. Al llegar al corazón, entraría por la parte derecha y pasaría a través de poros hacia la parte izquierda. Al mismo tiempo, allí se mezclaría con el aire que enviarían los pulmones a través de otras venas, originando la sangre "aérea".
En esta explicación, el corazón actuaría más como un fuelle que se expandía por acción del "espíritu vital" para hacer sitio a la sangre que entraba. Las arterias extraerían esa sangre caliente y la volvería a distribuir por el cuerpo. Pero no en un circuito cerrado. La sangre se iría "quemando" y las "cenizas" se eliminarían con la respiración. el hígado se iría encargando de "fabricar" nueva sangre para compensar la perdida.
Efectivamente, es una explicación muy complicada, pero era la que había.
Harvey, al describir la morfología y la fisiología del corazón, así como la circulación pulmonar (que estaba completamante mal entendida en la medicina del momento), concluyó que la sangre no atravesaba el corazón de derecha a izquierda. La sangre salía del ventrículo derecho para ir a los pulmones a través de la arteria pulmonar, que ahora pasaba a ser la vena pulmonar (para Galeno, esa vía sólo llevaría aire y "cenizas" ente los pulmones y el corazón). Lo que Harvey no podía explicar, porque no sabía cómo se producía el intercambio gaseoso entre aire y sangre en los pulmones, era porqué la sangre iba a los pulmones.
Su acumulación de pruebas empíricas chocó frontalmente con las explicaciones aceptadas en su época, basadas en el puro razonamiento dialéctico, sin apenas uso de la evidencia experimental.
Pero ¿cómo demostró que la sangre circulaba en un circuito cerrado? Pues por puro cálculo. Calculó la cantidad de sangre que salía en cada latido, la multiplicó por el número de latidos en un intervalo de tiempo y el resultado era de casi 300kg/h. Imposible tener tal cantidad de sangre en un cuerpo. Por tanto, la sangre tenía que ser menos y circulando una y otra vez. Una explicación sencilla tiene más probabilidades de ser cierta que una complicada.
Por supuesto, Harvey no estuvo solo en esto. Otro médico y fisiólogo inglés, Richard Lower comenzó con las transfusiones de sangre entre perros: consiguió revivir a uno al que se le extrajo casi toda la sangre, introduciéndole sangre de otro perro. Era 1666, en la Universidad de Oxford.
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Al tener noticias de las transfusiones entre perros de Lower, el francés Jean-Baptiste Denis, médico del rey Louis XIV no sólo los repitió, sino que transfundió sangre de un ternero a un perro (al principio se hacían las transfusiones de una animal más grande a uno más pequeño). Dado que no hubo efectos negativos, concluyó que no debería haber problemas en usar sangre animal con humanos. También argüía que dado que los humanos podían comer carne de animales sin problema, la sangre no tendría por qué ser perjudicial. Luego se metía en camisas de once varas añadiendo que la sangre animal sería más pura pues los animales carecían de los vicios de los humanos.
Así que con la ayuda del cirujano y anatomista Paul Emmerez, probó a transfundir sangre de un cordero a un chaval de 15 años con fiebres crónicas. Aparte de que el chaval se quejaba de que sentía mucho calor en el brazo por donde le entraba la sangre, no parece que hubiera otros problemas.
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Dado el éxito de la prueba, continuó con las transfusiones. Otra vez fue fue sangre de cordero a un adulto sano de 45 años. Nuevamente, sólo hubo sensación de calor en el brazo. Así que continuó ya a lo loco. el siguiente era un paciente de histeria al que le transfundió sangre de ternero. Desgraciadamente, el pobre hombre tuvo sudores, vómitos, diarrea y sangre en la orina. Dado que tenía histeria, Denis dijo que la transfusión no tenía que ver. Lo que él no sabía es que posiblemente estaba siendo testigo de la primera manifestación de una reacción hemolítica (los anticuerpos de la sangre del hombre atacaban a los glóbulos rojos de la sangre del ternero). Es que hasta bastante después no apareció eso de los grupos sanguíneos.
Luego también murieron otros pacientes a los que se les transfundió sangre de ternero para "curarles" enfermedades mentales. Y la afición por las transfusiones de sangre se debilitó bastante. Tanto que Denis fue detenido y tanto él como Emmerez dejaron de hacerlas (aunque en el juicio se determinó que no había habido mala práctica).
Así que en 1668 se prohibió la transfusión de sangre de animales a humanos (algo muy recomendable, por cierto) sin una autorización previa de la Facultad de medicina de París. Pero las cosas fueron a peor, porque 10 años después Inglaterra prohibía cualquier tipo de transfusión. Y hubo que esperar siglo y medio para que las cosas fuesen mejor. Y hasta después de la Primera Guerra Mundial, para que las transfusiones fuesen seguras y una práctica rutinaria.
Es lo que tiene que los primeros resultados crearan tantas expectativas. Y el desconocimiento de las barreras inmunológicas entre especies (y entre individuos con diferente grupo sanguíneo).
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