Ir al contenido principal

Science and its times. Vol 2. 700 to 1499 (Parte 18)


Siguiendo un poco más con la alquimia.

Había un alquimista árabe, Abu Musa Jabir ibn Hayyan, más conocido en occidente como Geber. Pero unos 6 siglos después aparece otro Geber (llamado habitualmente pseudo-Geber o falso Geber), posiblemente un español, que también se dedicó a la alquimia. Antes de la aparición de la imprenta, los libros se hacían a mano y era habitual que se atribuyesen a autores pasados para darles mayor prestigio y asegurarse que se copiarían y distribuirían. Y eso es lo que parece hizo el falso Geber atribuyendo sus propios escritos al antiguo Geber.

La mayor contribución de este pseudo-Geber fue su trabajo con la química de los ácidos, sobre todo los que disolvían metales. Algo habitual en la búsqueda de la piedra filosofal y del alkahest. Los ácidos más usados hasta entonces eran los "naturales" acético (vinagre) y cítrico (naranjas y limones), ambos ácidos orgánicos y por tanto débiles a la hora de disolver metales.

Los ácidos minerales son mucho más fuertes, como el ácido sulfúrico, el nítrico o el clorhídrico, que fueron descritos por Geber y se acepta que él mismo es el descubridor del ácido sulfúrico.

Estos ácidos eran necesarios para conseguir la transmutación de los metales en oro. Así, primero tenían que deshacerse mediante disolución, que se garantizaría con el disolvente universal, el alkahest. Ese disolvente fue el agua regia, capaz de disolver el propio oro.

Y si se podía disolver el oro, pensaban, debería ser posible hacer el proceso inverso y conseguir oro a partir de otros metales.

El problema era que esos alquimistas poco sabían de la estructura de la materia y creían que cuando se disolvía un metal se descomponía en sus elementos básicos. Así, Geber creía que todos los metales estaban compuestos de diferentes proporciones de mercurio y azufre (una idea del Geber original). Por tanto, para transformar un metal en otro bastaría conocer las nuevas proporciones de mercurio y azufre para obtener el metal deseado. El trabajo sería conseguir modificar las proporciones de mercurio y azufre de un metal hasta obtener las del otro.

Y como los metales con los que habitualmente trabajaban los alquimistas (oro, plata, estaño, hierro, plomo) son elementos y no compuestos, pues no había manera de conseguir la transmutación de marras. O sea, que al disolverlos no se descomponían en elementos más simples, sino que seguían siendo lo que eran antes de disolverse.

A pesar de este nuevo fracaso de la alquimia en sus objetivos principales, sí se encontraron aplicaciones prácticas de los ácidos que se iban descubriendo. Por ejemplo, cuando una moneda de oro recubierta de plata se sumergía en ácido nítrico, la capa de plata se disolvía y el embaucador de turno podía decir que había transformado la plata en oro. Ante la posibilidad de conseguir mucho oro es fácil entender que estos "alquimistas" recogiesen mucha plata y... saliesen pitando hacia otro sitio para seguir timando a más incautos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El gen egoísta (9)

El capítulo 9 se titula La batalla de los sexos . No voy a resumirlo porque es demasiado denso para hacerlo de una forma eficaz. Son muchas las teorías y explicaciones que da. El resumen sería casi tan extenso como el propio capítulo. Además, en amplias notas al pié, de varias páginas cada una, matiza, amplía e incluso rebate lo que estaba originalmente escrito. En un largo resumen final , indica lo siguiente (matizado por las notas, en una de las cuales incluso dice que teorías que daba por incorrecta cuando escribió la edición original pueden "exigir incluso un cambio radical en nuestra concepción de la evolución de la conducta, un cambio radical en nuestra concepción de muchas de las cosas analizadas en este libro...significa que teorías de insensatez casi ilimitada no pueden ser ya descartadas por sentido común"): "Los diferentes tipos de sistemas de procreación que encontramos entre los animales... pueden ser comprendidos en términos de conflicto

Science and its times. Vol 4. 1700 to 1799 (Parte 7)

Otro debate de esa época interesante fue el de la generación espontánea. Este sí con más entidad “científica”, pues ambos bandos se basaban en experimentos reales, no en creencias religiosas. Aunque la religión también tuvo que meter baza. Pero fue un debate que puso, y pone, de manifiesto la importancia de diseñar cuidadosamente los experimentos que soporten nuestras ideas. Porque los que realizaron el naturalista francés Georges Buffon y el microscopista inglés John Turbeville parecían demostrar la validez de la generación espontánea. Pero fueron los experimentos mejor diseñados por el fisiólogo italiano Lazzaro Spallanzani los que mostraron los errores experimentales de los otros. Porque es así, como ha ocurrido siempre, el funcionamiento de la ciencia: repetir los experimentos de otros para comprobar su validez Pero empecemos por el principio. Según la teoría de la generación espontánea , es posible que surjan seres vivos a partir de materia muerta. Una idea que no

Science and its times. Vol 4. 1700 to 1799 (Parte 6)

De entre los debates que hubo en la Ilustración, uno de los que más tinta hizo correr fue el de cómo se producía el desarrollo de los embriones. Por un lado estaba la explicación que se basaba en el vitalismo, llamada de la “ preforma ”; y por el otro el que utilizaba el racionalismo, denominado “ epigénesis ”. Desgraciadamente, la falta de calidad de los microscopios de la época por un lado, y las “verdades” de la religión, por otro, dieron alas a ese debate que visto hoy en día parece hasta ridículo. Pero realmente, este llamado “gran debate” lo que deja claro es la influencia de los prejuicios y dogmatismos religiosos sobre el razonamiento científico. Aún en contra de las evidencias que se mostraban ante los ojos de los científicos creyentes. Unos prejuicios y dogmas que eran más poderosos que las pruebas experimentales, parasitando las “explicaciones” e “hipótesis”. http://images.fineartamerica.com/images-medium-large/2-preformationism-18th-century-science-source.jpg