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Evolución: Sociedad, ciencia y universo (1)

Este libro de 1998 recoge las conferencias celebradas en el Darwin College de la Universidad de Cambridge en 1995, obviamente relacionadas con la evolución y su influencia en diferentes aspectos.

En la primera de ellas, Stephen Jay Gould habla sobre cómo la Teoría de Darwin, continuando la estela británica del pensamiento de Robert Boyle, supuso un cambio casi total de paradigma, sin renunciar a la idea básica de cambio por adaptación. Una idea más característica del pensamiento anglosajón que, como dice el autor, del "continental". Por supuesto, con las correspondientes excepciones en ambos casos.

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A pesar de que Darwin consideraba evidente el proceso de cambio progresivo y de "coadaptación" que daba lugar a unas especies por descendencia de otras, como científico y no creyente, quería encontrar la demostración de tal afirmación. La simple adaptación al entorno no bastaría para explicar las causas ni para mostrar la complejidad y precisión de los diseños orgánicos (sin recurrir a un dios omnisciente y creador primigenio). Realmente, Darwin, como dice el autor, "mantuvo la fenomenología e invirtió la explicación".

Una explicación fue propuesta en la misma época (El origen de las especies fue publicada a finales de en 1859, exactamente 106 años antes de mi nacimiento😉), inicialmente de forma anónima, por  Robert Chambers (Su Vestigios de la historia natural de la creación fue publicada en 1844). En esta obra ya se hablaba de una "programación previa" como origen de esos cambios. Una idea totalmente irrefutable pues no se puede contrastar. Tan irrefutable como la idea de que todo proviene de un creador divino.


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Los del diseño inteligente no inventaron nada nuevo, por lo que parece. Todos se basan en el concepto tan británico de "teología natural", por el cual la benevolencia y omnisciencia de dios se manifiesta en la supuesta perfección de los organismos, sobre todo en su "diseño óptimo". Ideas propuestas por el propio Robert Boyle, John Ray y perfeccionadas 200 años después por William Paley en su, precisamente, Teología natural de 1802.  La adaptación (en el sentido de adecuarse al entorno, no en el de la "descendencia con modificación" propia de la Teoría de Darwin) no sería sino otra prueba de la sabiduría divina original.

Y de paso se utilizaría también como prueba de la existencia del propio dios.

Todo empezó, realmente, en 1688 con Robert Boyle y su Disquisición sobre las causas finales de los cuerpos naturales, en la que se pregunta si, y con qué precauciones (si es que hay que tomar alguna) un naturalista debería admitirlas (ya no se hacen títulos así!).

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Sin desmerecer la su importancia como uno de los artífices de la Revolución Científica, en su época no era admisible la existencia habitual de científicos que no creyeran en dios. Y uno de los dogmas indiscutibles era la capacidad de ese dios de crear e intervenir en la naturaleza (incluso mediante milagros), más allá de cualquier explicación racional, incluso contradiciendo las leyes más básicas de la naturaleza. Para eso él las creó.

El problema es de carácter teológico. Si dios es perfecto, por qué sus creaciones (o las leyes que las rigen) no son perfectas y debe realizar correcciones? Su omnisciencia debería haber previsto los errores (cualquier error) ya desde el principio. Acaso dios no es infalible? Como evidentemente no pueden superar esta  limitación, se inventaron lo del libre albedrío y lo de que el ser humano, imperfecto, no puede entender los designios de dios.

El caso es que de la época de Boyle viene lo del dios "relojero" que tiene todo previsto. Así los científicos dejan de tener problemas con los teólogos (más poderosos casi siempre, gracias a su ansia de poder). Y continúa con la adaptación del aristotelismo que es la escolástica: La famosa causa final.

Realmente, causas habría 4. Magníficamente explicadas en el texto mediante el cuento del lobo y los tres cerditos:
- Causa material: Para que puedan construir sus casas, necesitan materiales (paja, madera y ladrillos).

- Causa eficiente (muy a menudo confundida con la causa final): Los cerditos construyen sus casas. A fin de cuentas, los materiales solos de nada valen.

- Causa formal: En este caso, serían los planos de construcción que indicarían cómo la causa eficiente utiliza la causa material.

- Causa final: Realmente es el motivo por el cual se quieren construir las casas (defenderse del lobo).  Final no se refiere a la definitiva o última, sino al fin u objetivo.

Evidentemente, la ausencia de alguna de las causas hace que no sea posible tener esas casas y el lobo se comería a los cerditos (por lo menos a uno, mientras que los otros dos escapan).

Boyle y los suyos se focalizaron en la causa eficiente: Qué o quiénes.

Según esa idea, carecería de sentido aplicar la causa final a objetos inanimados o animales/plantas. El cerebro humano sería la excepción al disponer de intencionalidad. Lo que sería otra prueba de la inteligencia del diseño divino. Dios sería, en última instancia, la causa final que originaría las causas formales (las leyes invariantes de la naturaleza). Y para sortear el problema anterior de la imperfección de esa naturaleza, quedarían para ésta las causas eficientes y materiales.

Y así se llega al "diseño óptimo": Dios tiene la perfecta causa final, que se manifiesta en la naturaleza de las causas formales `para dar lugar a las causas eficientes que usan las causas materiales. Un círculo perfecto e irrebatible.

Qué mas da que no se pueda demostrar ni comprobar.

Por supuesto, estas no eran las únicas explicaciones. Por un lado estaban los epicúreos, a los que se ninguneó reduciéndolos a gente que sólo buscaba el placer físico.

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Realmente eran unos nihilistas avant la lettre. Su idea básica era que todo ocurría por azar, por lo que carecería de sentido buscar causas finales.

Y por otro lado, el gran René Descartes, que era el de la idea de que los pobre mortales somos incapaces de discernir los designios de dios, y mucho menos entender sus motivos.


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Así que Boyle tira por el camino de en medio:
- Los gigantescos objetos inanimados del Cosmos darían la razón a Descartes y los humanos seríamos incapaces de entender el propósito divino tras ellos. Prueba de la grandeza de dios.

- Los miserables fenómenos inorgánicos terrestres, que serían explicables por el azar epicúreo o por simples causas formales. Desgraciadamente, Boyle desconocía, por ejemplo, la compleja estructura cristalina de una roca o un material metálico.

- Las plantas y animales serían la evidencia de la causa final divina y, por tanto, objeto de la teología natural. Su complejidad no podría deberse ni al azar ni a la aplicación simple de las leyes de la naturaleza sin un motivo. Además, muchos de esos animales se parecen demasiado a los seres humanos, creados a imagen y semejanza de dios. Cómo no va a haber un designio divino en algo tan complejo y variado como es un ojo?

El ojo, tan útil y adaptado a las necesidades de cada organismo. Su causa final es la misma, aunque sea distinta su función en un águila y en un topo. Para Boyle, simplemente diferentes formas de adaptarse a un entorno diferente.

Una idea, la del adaptacionismo que permanece invariable, incluso si se sustituye a dios por la selección natural, versión british.

Esto no quiere decir que lo de la funcionalidad/utilitarismo no sirva como explicación para ciertas cosas. Ahí está William Harvey (con el permiso de Miguel Servet, claro) y sus válvulas venosas de un sólo sentido para explicar la circulación sanguínea. Semejante construcción anatómica, tan "providencial", no iba a estar ahí sin un "propósito". En este caso acertó en el efecto, pero no en la causa, que la establece como dogma de partida y, por tanto, irrefutable.

Los creyentes no suelen ser partidarios de la experimentación, pues casi siempre les deja en evidencia. Prefieren explicaciones, más enrevesadas cuanto más quieren aplicarlas a los diferentes hechos experimentales. Lo cual, como decía antes, no significa que no sean explicaciones acertadas, pero habitualmente de los fenómenos observados, no de las causas. Ejemplos:

- Hay ciertas estructuras embrionarias que son temporales, es decir, según esta idea, no tienen un propósito propio. Ya el propio Boyle dio una explicación bastante acertada: Son las precursoras de otras estructuras sí funcionales. El problema es que inmediatamente eso lo señala como prueba de la voluntad divina. Algo totalmente superado por los conocimientos de programación genética de la ciencia actual (algo tampoco tan reciente, pues es el mismo concepto de los patrones de los telares de Jacquard del siglo 18 que usaban tarjetas perforadas, como más adelante hicieron las primeras computadoras).

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- Por qué tenemos tantas partes del cuerpo duplicadas? Es lo que se llama redundancia, que se usa en muchos sistemas como medida de seguridad (p. ej. en los aviones), y que es obvia en la simetría anatómica (orejas, manos, piernas, riñones, pulmones...). Para Boyle esto es otra prueba del designio divido de dotar a los seres humanos de dobles órganos cuando es necesario. Claro, no puede saltarse el hecho experimental de que sólo tenemos un estómago, un intestino, un hígado, un corazón, un cerebro... Un grandísimo fallo por parte del creador, pues aunque sin un ojo podemos vivir perfectamente, sin cerebro... (realmente viendo a alguna gente está claro que, aunque no se puede vivir sin cerebro, sí que no hay problemas en subsistir sin usarlo mucho). Si los hechos experimentales descartan nuestra explicación, se cambia? No, se complica todavía más para incluir los nuevos factores.

- Las explicaciones están conformadas por los prejuicios culturales. La época de Boyle (y, desgraciadamente, la nuestra también) no era especialmente amable con las mujeres. Se les consideraba seres anatómica y mentalmente imperfectos. Lo cual no concuerda con lo del "diseño óptimo" y la omnisciencia del divino creador. Así que toca volver a retorcer la explicación para incluir este nuevo aspecto. Por ejemplo, haciendo gala de la obsesión por el sexo de los cristianos, Boyle consideraba el útero y las demás partes ginecológicas de la mujer como intrínsecamente imperfectas. No valen para su bienestar (algo que se podría basar en la cantidad de enfermedades y problemas durante el parto, debido a una deficiente atención médica, no por error del diseño), pero entonces se inventan el beneficio para la especie. Las mujeres están mal diseñadas pero eso es necesario para la procreación. Otra prueba de la inteligencia de dios! Amén.

Es una pena, para ellos supongo, que la realidad demuestra que las mujeres viven, de media, más que los hombres. Así que eso de que están mal diseñadas...

- Tienen explicaciones para todo, incluso para lo que no existe. Boyle creía que los dientes humanos  estaban en constante crecimiento (algo que sí es cierto en otros mamíferos, posiblemente de ahí el error). Pero en vez de comprobarlo (debería ser sospecho para un científico como él que absolutamente todos los demás huesos del cuerpo dejan de crecer) se inventa una explicación que cuadre con su dogma de la utilidad otorgada por el divino creador: Dios pensó en todo, incluido el desgaste de los dientes humanos, no por comer alimentos blandos por la cocción (a diferencia de los animales que comen alimentos crudos, y por tanto, posiblemente más duros), sino por la fricción entre las mandíbulas. Vaya con la inteligencia divina, no se le escapa ni una!

Evidentemente en la época de Boyle no teníamos eso de la falsabilidad. Pero para los creyentes actuales, parece que tampoco. Si la miserable realidad se empeña en ir por otro lado, no se cambia de idea, se modifica hasta que lo nuevo entre por el aro. Por qué ciertas aves tienen colores tan vistosos? Prueba de la selección sexual? No. Entonces qué utilidad biomecánica o funcional tiene? Pues es un designio estético que prueba la sabiduría divina. Chúpate esa. Irrebatible, claro.

O que hay tanta variedad anatómica de ojos, bocas, orejas,..., porque así dios nos muestra todas sus capacidades como diseñador. No sabía que dios tuviera que enseñarnos su CV para que aceptemos que es el jefe.

Y si todo falla, queda el argumento definitivo: Somos pobres mortales incapaces de entender los designios divinos. Y no hay fallos, sino que no somos capaces de explicarlos correctamente.

Por eso es tan importante la Teoría de Darwin. Porque primero busca demostrar los hechos (la existencia de la evolución, adaptacionista, pero evolución. REalmente se refería a ella como "cambio con modificación") y luego busca el mecanismo que los origina (su Teoría de la selección natural, que no Teoría de la evolución, pues demostró que la evolución es el efecto y no la causa). Una Teoría que se ha ido perfeccionando con el tiempo (y que tiene su versión fuera del marco adaptacionista británico). Los mismos fenómenos, explicación inversa a la teología natural. Esa fue su gran revolución.

Otros, como su contemporáneo Alfred Russel Wallace, no fueron tan lejos e intentaron mantener las ideas de Boyle, sobre todo respecto a lo del "beneficio de la especie".

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En el final de artículo Gould plantea una cuestión interesante. Cada uno es hijo de su época. Boyle era una de las mentes más brillantes de la suya, y parece ser que sería muy difícil que llegase a unas conclusiones distintas de las que llegó debido a su "prisión conceptual" y a sus creencias religiosas (a fin de cuentas los creyentes suelen poner su fe por encima de la realidad). La cuestión es: En el futuro no se considerará que nosotros también estábamos en otra "prisión"?

Como señalaba antes, esta visión "ultradarwiniana" es del mismo estilo british que las ideas de Boyle. En el continente se han desarrollado otras formas de ver la evolución. Cuvier o Saint-Hilaire son incluso coetáneos de Darwin. O la corriente estructuralista, que prescinde de la selección natural (aunque no la niegue, si no que la complementaría). Incluso con inventos como la psicología evolucionista, como sofisticación del adaptacionismo darwiniano.

Supone el autor que a lo mejor es por no leer bien la última edición de El origen de las especies (1872), donde el propio Darwin se lamenta de las tergiversaciones de su Teoría. Sobre todo la de que todo es debido a la selección natural. Ya desde la introducción de la primera edición, señala en la última, indicaba que "la selección natural ha sido el principal, pero no el exclusivo medio de modificación. Esto no ha servido de nada. Grande es el poder de la tergiversación continuada".

Una gran reflexión que, desgraciadamente, no sólo se aplica a la Teoría de la selección natural (que no de la modificación/evolución).

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