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Science and its times. Vol 3. 1450 to 1699 (Parte 9)

Sé que es un tema interesante, aunque casi nunca le prestemos atención. Se supone que hasta hace bien poco, las mujeres eran consideradas fisiológicamente como versiones imperfectas del hombre, por lo que sus características y enfermedades fueron relegadas y sólo gracias a acciones individuales se fue avanzando en su conocimiento.

Pero, como mínimo, las mujeres representan la mitad de la población mundial de cualquier época, y lo mismo debería ocurrir con los pacientes. ¿Y con los médicos? Evidentemente no, pues a las mujeres se les impedía acceder a la formación académica y, en general, a cualquier tipo de educación, por lo que ni tan siquiera las mujeres que practicaban la medicina tenían la posibilidad de poner por escrito sus experiencias.
Así, las parteras transmitían sus conocimientos oralmente, y otras "médicas" terminaban siendo consideradas brujas.

Resumiendo, las mujeres se ocupaban de las mujeres. Algo que al masculino mundo académico le importaba más bien poco.

Pero siempre hay algunas que no aceptan ese papel. Agameda estudió medicina y uso tradicional de las plantas en las escuelas médicas egipcias de Heliópolis y Sais. Philistra tenía tanta fama como enseñante, que la gente acudía en masa a sus clases- Dicen que era tan guapa que tenía que ponerse a dictar las clases detrás de una cortina.

También parece que hubo bastantes médicas durante la época romana (las obstretas [parteras], junto con medicae [médicas]). Y según dice Tacito, también entre los pueblos germánicos había costumbre de practicar la medicina.

A pesar de todos los prejuicios, también durante la Edad Media, en los monasterios había alguna mujer aprendiendo medicina. Una de esas monjas-médicas fue Hildegard von Bingen (incluso fue santificada!).

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Dada su formación, escribió dos tratados, uno sobre medicina herbal, animal y mineral, y otro sobre fisiología y la naturaleza de las enfermedades.  Aunque no se pudo librar de cierto espiritualismo a la hora de "recetar" remedios.

También destaca la anteriormente mencionada Trotula de Salerno, como médico y obstreta. Se cuenta que era tal su reputación y el cariño que le tenía la gente, que el cortejo de su funeral tenía más de 3 km de longitud! Aunque hay dudas de si es ella la verdadera autora de los escritos, algunas de sus prácticas y remedios se usaron durante siglos.

Pero estas fueron las que tuvieron "éxito". Muchas otras, como se mencionó, al recurrir a remedios herbales y otros rituales, terminaron siendo consideradas brujas, con las consecuencias que podemos imaginar gracias a la iglesia católica. En 1486 apareció el libro llamado El martillo de las brujas, que puede considerarse la causa de la muerte de miles de personas. tengamos en cuenta que, oficialmente, la última bruja fue quemada en Alemania en 1775.


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Es lo que tiene ser consideradas una versión degradada de los hombres. Unos simples recipientes, como dejaría claro que son las receptoras del semen, o la menstruación, las lágrimas (por entonces, los hombres no lloraban...) o la leche. Excepto cuando el dinero entra en juego. Así, algunas mujeres ricas tenían la posibilidad de ser educadas por tutores, o aprender en los conventos. Pero no era algo accesible a la mayoría.

Por no hablar de la falta de higiene de la época. Recordemos que las plagas eran bastante frecuentes: en la de 1478 murió un tercio de la población de Europa. Y aunque desde 1484 un edicto papal sólo permitía ejercer la medicina a los graduados en las Universidades, la necesidad era muy superior y mucha gente sin preparación se dedicaba a ello.

Aunque con excepciones, como las anteriores, o Beatriz Galindo, que se educó en Italia y posteriormente llegó a ser profesora de latín, filosofía y medicina en la Universidad de Salamanca. Se le llamaba La Latina, un nombre conocido por los madrileños.

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Otra obstreta fanosa fue Louise Bourgeois. No se conformó con su futuro de viuda, se puso a estudiar medicina con Paré y escribió varios libros sobre ayuda al parto. Incluso formó una asociación para regular y dignificar la profesión. Y consiguió que sus asociados pudieran asistir a disecciones en las escuelas de medicina. Por cierto, no confundirla con una artista del mismo nombre, pero más actual.

En Suiza contaron con Marie Colinet de Berna, casada con un cirujano famoso (Gerónimo Fabicius). Es más, él consideraba que su mujer era mejor en esa profesión.

En fin, un período de la Historia con pocos avances, en parte debido a la excesiva influencia de la doctrina religiosa y la astrología sobre el conocimiento científico. Pero la realidad de la muerte y de las plagas hizo que las gentes, aunque sin educación, empezaran a perder la sumisión a esas tonterías. Como se pudo ver en los países protestantes, donde la iglesia católica empezó a perder su influencia.

Pero esos avances fueron lentos, muy lentos. Porque todavía en el siglo XVII los médicos seguían sin limpiarse las manos y la costumbre de tener las uñas largas daba bastantes problemas en las exploraciones vaginales de las mujeres embarazadas, llegando a romper el saco amniótico.

Y la persecución de las brujas seguía sin ayudar a que las intervenciones se realizasen en las mejores condiciones. Además, si las cosas iban mal los parientes podían acusar a la matrona de ser una bruja y ya nos podemos imaginar cómo terminaba el asunto.

Así que el "entorno" no era el más adecuado para una práctica eficiente de la medicina, y mucho menos en el ámbito de las mujeres. En esta época, los avances se debían más bien a excepciones, como las ya mencionadas, o la de François Mauriceau, cuyo libre sobre asistencia al parto estuvo en uso durante 150 años.

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