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10 questions science can't answer (yet). A guide to scientific wilderness (Parte 7)

El capítulo 4 trata sobre los discapacitados (actualmente hay unas cuantas maneras de referirse a ellos muy políticamente correctas, incluso casi ridículas, pero aquí se usarán indistintamente dos: discapacitados en general y discapacitados intelectuales en concreto, que es el asunto al que se refiere el autor, no a los cojos o ciegos).

Aunque teóricamente incluso es delito discriminar a la gente, se sigue haciendo sin que se considere incorrecto, y más con los discapacitados mentales. ¿Quién no ha llamado subnormal a alguien que hace algo mal?

Ahora bien, que el autor considere que qué hacer con los discapacitados intelectuales sea el problema socio-cultural más grande, me parece un poco excesivo. Habría que ver el entorno en el que se mueve para saber cuál es la apreciación que se tiene de la discapacidad y de los discapacitados. Seguro que le pasa como a mucha gente, que al no verlos (o más bien, al no fijarse en ellos) cree que no existen, o que son pocos o que están permanentemente encerrados.

Que hay gente más lista que otra es obvio. Que la mejor manera de determinarlo sea mediante el CI (y que además de use como criterio clasificatorio absoluto) ya es muy discutible. Si no recuero mal, fue un psicólogo italiano quien diseñó lo del CI para poder establecer unas medidas de ayuda a los desfavorecidos. Luego llegaron los eugenistas (alemanes y norteamericanos) y se olvidó la parte de ayuda para transformarse en una etiqueta de inteligencia.

Otra cosa es que personas de gran discapacidad tengan exactamente los mismos derechos, obligaciones y responsabilidades que los demás. Pero sea cual sea su grado de discapacidad, reciben atención y ayudas y algunos cada día están más integrados en las estructuras sociales (tienen hijos, votan, conducen, trabajan). El objetivo debería ser que aportasen al común social según sus capacidades y reciban la atención socio-sanitaria que su situación precise. Sin falsas limosnas ni caridad. Igual que un discapacitado físico tiene una rampa para subir con su silla de ruedas (adaptación) y no se le enseña a dejar la silla atrás y a subir las escaleras (integración). Porque eso es lo que se pretendía hacer con los discapacitados intelectuales, integrarles como si no tuviesen unas características propias y unas necesidades específicas. De ahí el fracaso de todas estas políticas integracionistas (síndromes de Down en colegios donde eran objeto de burla). No se trata de tenerlos en guetos, sino que tienen el derecho de recibir la atención específica que precisan, no soltarlos en medio de los demás para que se integren.

El autor manifiesta que la corrección política puede impedir que se debata este asunto con propiedad al tener miedo de ofender a mucha gente.

Además, el autor parece centrarse en exclusiva en el CI, cuando ya hace tiempo (supongo que incluso en su propio país o donde viva) que la determinación de la discapacidad intelectual utiliza otros parámetros que incluyen habilidades sociales y diagnósticos psicológico-psiquiátricos.
De ahí que a las personas con un elevado CI (incluso llegando a ese numerito de genio que tanto gusta a los medios de comunicación) pero que no presenta habilidades intelectuales y sociales también se les considera discapacitados. Los “genios tontos”, capaces de hacer operaciones matemáticas a velocidades de infarto pero que no son capaces de atarse los zapatos.

Yo creo que el autor se refiere a los denominados “límite”: los que no se pueden considerar claramente discapacitados pero que carecen de las habilidades sociales e intelectuales para manejarse en el mundo actual. O sea, cientos de millones (o algo menos si consideramos los incapaces de manejarse en el mundo occidental, muchos de otras partes tampoco se manejarían en esta parte del mundo y no creo que se les pueda considerar por debajo de lo normal).

Pienso que está hablando de lo que en otros ámbitos se denomina analfabetos funcionales y tecnologicos.
Sugiere que las clases sociales bajas, acceden a peores trabajos debido a su peor capacidad intelectual.

In fact, in the old days, when one’s place in society and one’s job prospects were determined largely by accidents of birth and geography, you could probably find pretty much the same distribution of mental abilities among the ‘lower’ classes as among the wealthy. This is something that cannot be true today.

¿Tiene datos que prueben que en los "old days" la distribución de habilidades metales era casi igual entre las clases sociales? No, seguro que no.

Según el autor, lo que queda a los no aptos para la vida moderna es ser objeto de risa y escarnio en “realities” de TV. Curiosamente, a los concursantes del Gran Hermano español siempre se les destaca por tener un CI superior a la media (tal vez esta es la prueba de que el CI no vale como medida de la inteligencia).

Dato: el 68% de la población tiene un CI entre 85 y 115, con una proporción similar por arriba y por abajo. O sea, una típica curva gausiana, con el 16% de personas por debajo de lo normal.
Indica el autor que ese 10-15% entre CI 70 y 85 tendrán dificultades para conseguir empleo y que terminarán en la droga-delincuencia.

Esa curva de campana podría estar achatándose (creciendo los extemos) por la tendencia a relacionarse los listos con los listos y los tontos con los tontos. Esto implicaría un componente genético de la inteligencia. O de acceso a la educación, porque quedamos en que los tontos son pobres y por tanto acceden a menos educación, por lo que siguen siendo tontos y por tanto pobres. ¿No? Un comentario peligroso que el autor no deja bien aclarado.

De ahí la necesidad, en mi opinión, de que la educación y el acceso a ella sean un bien social y universal. Lo que molesta enormemente a la derecha clasista que quiere dificultar el acceso a esos recursos a los que consideran que por naturaleza (o biología) no lo necesitan pues no lo van a aprovechar (son pobres porque son tontos y son tontos porque son pobres, así que es mejor mantenerlos bien lejos de nosotros).

Según el autor el incremento del autismo podría ser debido a dos factores: además de una mejora en el diagnóstico (y ampliar lo que se considera autismo) podría deberse a la similitud de capacidades mentales de las parejas. Esto hay que leerlo otra vez, porque vuelve a sonar a eugenesia (los tontos se reproducen como conejos y por eso hay cada vez más tontos). ¿Acaso tiene el autor algún dato científico que demuestre que los listos y ricos no tienen hijos tontos?

¿Las políticas de integración pura y dura son beneficiosas, sobre todo en un sistema educativo que premia la simple adquisición de conocimientos y no la mejora en las habilidades intelectuales? La prueba puede ser que este sistema igualitarista también falla con los muy listos (aunque la gente protesta menos si se crean centros específicos para superdotados).

Posible solución, algunas clases separadas pero resto de convivencia educativa común. Peligro de clasismo, pero en algo deben perder el tiempo los pedagogos.

No hay ningún problema con aceptar que la inteligencia tenga componente genético (los estudios lo cuantificarán). Lo que sí es un problema es usar eso para crear clases con diferentes derechos o usarlo como justificación de las desigualdades sociales. Como dice el autor, aunque tengas el ADN de Einstein, se necesita un entorno adecuado y educación eficiente para desarrollar la inteligencia. Pero supongo que también se puede llegar a ser Einstein sin tener un ADN como él. Habría que estudiar si quien tiene ADN tipo Eisntein se hace más inteligente y lo consigue más rápido que quien no lo tiene.

Me parece una simplificación muy burda decir que para la izquierda no existen las personas “estúpidas” (el autor se autodefine como de derechas). Realmente sólo hay que mirar a los de derechas para darse cuenta de que sí existen (¿chiste?).
Tal vez confunde la izquierda con el concepto anglosajón de contra-culturales o los del verano del amor con mala conciencia.

Según el autor, la derecha no afirma que los tontos existes, simplemente los ignora y espera que pasen de largo.
¿Pero entonces quién los atiende?

Pero no terminemos sin una pregunta del millón: ¿Qué fue antes, el lenguaje o la inteligencia? ¿Somos inteligentes porque hablamos, o hablamos como consecuencia de nuestra inteligencia? Podría ser que el lenguaje permitiera relacionarse con los demás y aprovechar las experiencias para adquirir más habilidades que luego derivaron en una inteligencia primitiva que mejoró el lenguaje para aprovechar sus ventajas adaptativas. O puede ser que la inteligencia observase que la comunicación oral permitía obtener ventajas adaptativas y se fue perfeccionando. En cualquier caso, a partir de cierto punto (acaso muy próximo al origen) ambas características se desarrollaron en paralelo.

Si el crecimiento del cerebro se correlaciona con una mayor inteligencia, hay quien sugiere que vamos a ir hacia atrás porque los menos capacitados tienen más hijos. Por tanto, el componente hereditario de la inteligencia hará que haya tendencia al retroceso.

No siempre se cumple eso de que los pobres sean como conejos (eso podría pasar en un país con una atención social extraordinaria y tal como van las cosas...), y menos en occidente. Los pobres siguen  palmando antes y viven peor. Segundo, esa tendencia puede ser simplemente una minucia sin entidad en la escala evolutiva, donde se cuenta por miles de años.

Además, los valores medios del CI presentan una clara tendencia a crecer, con lo que se supone que, de media, somos cada vez más inteligentes. Lo que se ha producido en un intervalo de tiempo demasiado corto evolutivamente hablando, pero suficiente para la implantación de entornos sociales más favorables a la educación universal y posiblemente a una mejor alimentación y sanidad. Que es lo que nos hace vivir mejor, no nuestro CI. Por eso son bienes de especial protección a los que todo el mundo tiene derecho a acceder y disfrutar.

Será por eso que la derecha es lo primero que quiere recortar cuando manda.

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