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10 questions science can't answer (yet). A guide to scientific wilderness (Parte 1)

Es un libro escrito por Michael Hanlon, periodista que fue editor de ciencia del diario británico Daily Mail. En este libro escribe sobre cuestiones que le llaman la atención dentro de lo que se podría llamar "fronteras" o "grandes preguntas" de la ciencia, aunque también incluye temas de rabiosa actualidad.

En su introducción hay una cita de Kelvin (no queda nada nuevo por descubrir en la física. Lo que resta son tener medidas cada vez más precisas), una anécdota sobre lo mal comunicador que era Newton (a sus clases iban muy pocos alumnos) o sobre el actual interés que tiene la gente por la ciencia.

Efectivamente, no habla bien de ciencia el mejor científico sino que en muchas ocasiones tiene que ser alguien con capacidades comunicativas el que transmita a la sociedad lo que hace la ciencia. En ocasiones ambas habilidades se concentran en una misma perdona (el ejemplo típico sería el de Sagan. Qué magníficas horas viendo Cosmos), pero lo habitual es encontrarse con científicos incapaces de trasmitir su trabajo fuera del círculo de sus colegas. Y también de periodistas sin formación científica buscando titulares llamativos o interpretando los comentarios técnicos de una forma espantosa (cuando no escribiendo barbaridades o dando cancha a charlatanes con labia).

Pero en esa introducción hay algunos comentarios que me hacen reflexionar sobre aspectos más éticos de la ciencia.
Así, señala que aunque la relación entre fumar y el cáncer saltó a la palestra en 1954 con el estudio de Richard Doll (en principio voy a dar por ciertas las fechas, citas y referencias que se contienen en el libro), ya se había analizado en la Alemania nazi en los años 30.

Yo añadiría otras muchas investigaciones anteriores al nazismo que podríamos englobar en la conocida eugenesia, que fueron utilizadas, creo, para instaurar en otros países y en la propia Alemania, políticas de salud pública y asistencia social.

E “investigaciones” en los campos de concentración con prisioneros sobre resistencia a bajas temperaturas (una vez vi unas fotografías sacadas a esos prisioneros metidos en bañeras con hielo) que luego se utilizaron para los pilotos de los nuevos aviones que volaban a mayor altura.
Por no hablar de la cantidad de científicos sacados de la Alemania nazi (junto con los que habían escapado anteriormente) y que llevaron adelante los programas militares y aeroespaciales de USA.
Esos científicos que USA “aprovechó” cuando el nazismo perdió la guerra, eran mandos militares o formaban parte del aparato nazi. No eran esclavos ni estaban forzados a trabajar para las SS.

Por tanto, podemos suponer que durante sus trabajos en Alemania no les asqueaba el nazismo lo suficiente como para marcharse (como sí hicieron otros). Y, por tanto, podemos suponer que al gobierno USA tampoco les asqueó demasiado su pasado como para prescindir de sus servicios.

Evidentemente también supongo que en los juicios de Nuremberg hubo científicos acusados. Pero me lanzo a la piscina asegurando que esos eran de las especialidades en las que los USA no necesitaban avanzar. Por ejemplo, en medicina y similares. Mientras que en ingeniería aeroespacial y asuntos militares (tipo bomba atómica), en la que Alemania parece ser que estaba obteniendo grandes avances, apuesto a que pocos fueron juzgados y muchos trasladados directamente a USA.
Y es aquí donde entra la reflexión.
¿Es moral (o ético, que nunca sé diferenciar bien ambos términos) aprovechar las investigaciones de científicos “malos”, incluso si a partir de ellas se obtienen beneficios para la mayoría (está claro que los USA salieron muy beneficiados de la “colaboración” de esos científicos). O más en general, ¿se le deben exigir responsabilidades ético-morales a los científicos y deben responder de las consecuencias de sus trabajos?

Evidentemente, los científicos hacen caca como el resto de los humanos. Y tienen que ganarse la vida y pagar sus deudas, y seguro que los hay que les gusta vestirse de folclóricas o incluso las canciones de Georgie Dann. Y hoy en día, donde el dinero y el prestigio de obtienen muchas veces trabajando para el mejor postor, esa moralidad puede ser muy difusa.

Pero creo que el científico está sometido a una responsabilidad mayor por el hecho de tener un conocimiento privilegiado, que intelectualmente le sitúa por encima del común (espero que se entienda esta frase en su correcto sentido, no estoy hablando de que sean “mejores”), por lo que deberían actuar como referentes. Y es esa capacidad de actuar como referentes la que les implica mayor responsabilidad.
Ningún científico puede alegar desconocimiento de las consecuencias de su trabajo, porque conoce las consecuencias de su trabajo. No puede alegar que obedecía órdenes (hay muchos ejemplos de los que prefirieron marcharse o incluso sufrieron represalias). Puede ser que los canales de comunicación en los años 30-40 dificultase conocer la magnitud del horror de los campos de concentración, pero muchos de esos científicos trabajaban en los campos.

Hay que desterrar la idea del científico trabajando en su laboratorio sin saber del mundo que les rodea (precisamente se les aislaba de la sociedad para poder manipularles), el científico ejerce una tarea social y su trabajo debe relacionarse con la sociedad. Y no puede esconderse en el “yo no lo sabía” o incluso auto-convencerse de que él no es “malo” aunque trabaje para una tabacalera o desarrolle armamento.
En la época de los nazis hubo científicos valientes (o simplemente normales) que vieron lo que venía y escaparon o protestaron y fueron debidamente “tratados”. Y algunos nos advirtieron de las consecuencias de que los científicos se desentiendan de la sociedad y de las consecuencias de su trabajo.
Según como van algunas cosas actualmente, parece que no les hicimos mucho caso.


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