Todavía me sorprende que en 2016 los anuncios de compresas y demás productos para la menstruación (o para la "higiene íntima") siguen haciendo uso de mentiras y tópicos sobre la "naturaleza" de la mujer. Se sigue considerando que la menstruación es un período debilitador, limitante, sucio y que puede provocar inestabilidad mental. ¡Qué bien se estaría sin la regla!
Habría que preguntar a los antropólogos si la menstruación es un proceso fisiológico llamado a cambiar/desaparecer con la evolución, como ha pasado con otras características. En cualquier caso, es algo que sólo el tiempo dirá.
De lo que se trata hoy es de ver la imagen que se tenía sobre la "naturaleza" de la mujer en el siglo XIX. Una época llena de profundos cambios en la concepción de la naturaleza del propio ser humano y su lugar en el Universo. El "cúlmen de la creación" se encontraba con sus pies de barro y bien lejos de ser a "imagen y semejanza" de un dios.
En el caso de las mujeres, fue una época en la que pioneras empezaban a preguntarse el porqué de las supuestas diferencias entre hombres y mujeres. Tiempos de "la primera mujer que...". Tiempos de preguntas, algo que a los conservadores y anti-progresistas siempre han odiado. Y todos sabemos que esa clase de gente antepone sus creencias a la razón y a las evidencias. Sin renunciar a la violencia para conseguirlo. Es lo que tiene el miedo.
Y una de las cosas que descubrieron esas "primeras mujeres que..." fue la necesidad del acceso a la educación, de ser económicamente independientes, de controlar su vida (y su cuerpo).
Algo que a la mayoría de hombres de la época (y también hoy en día) no le hacía la más mínima gracia. Y se buscaron "razones científicas y lógicas" para evitar eso que ahora se ha dado en llamar empoderamiento de las mujeres en una época de opresivas normas morales victorianas. Así que se pretendía justificar su situación de inferioridad mediante "pruebas" médicas y biológicas. De ese modo se buscaba probar que la naturaleza de las mujeres las "obligaba" a ser pasivas, maternales, emotivas, espirituales, frágiles y enfermizas. Por eso, decían, las mujeres tenían cabezas (y por tanto cerebros, recordemos que estamos en la época gloriosa de la frenología) más pequeñas, músculos más débiles e, incluso, un peor sistema nervioso. Todo ello, junto con una limitada moralidad (no olvidemos que la primera pecadora fue Eva), era el motivo por el que las mujeres debían dedicarse a sus maridos y familiar procreando camada tras camada.
¿Y eso cómo se explicaba desde el punto de vista biológico? Pues, "razonaban" los doctos varones, porque el sistema nervioso central de las mujeres estaba controlado por el útero y los ovarios. Y cualquier enfermedad física o mental se originaría en algún problema del sistema reproductor femenino. Tal era el nivel de estupidez de la época.
Supongo que hasta ellos mismos se daban cuenta de lo ridículo del razonamiento, por lo que pretendieron justificarlo con "pruebas" irrefutables. "Pruebas" como que la menstruación era un proceso simultáneo con la ovulación y la concepción. Y que la propia menstruación era un proceso de naturaleza patológica que debilitaba regularmente a las mujeres, alterándolas incluso psicológicamente.
Uno de los imbéciles más destacados de la época (no es un insulto, es una descripción) fue el norteamericano Edward H. Clarke. Este "eminente" médico era uno de los más fervientes partidarios de prohibir el acceso de las mujeres a las universidades en general y a Harvard en particular, donde él ejercía de profesor.
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Este majadero llegó decir que muchos de los problemas nerviosos femeninos se debían al movimiento pro-derechos de las mujeres (!!).
¿Y cuáles eran sus "argumentos"? Pues partía del supuesto que en el cuerpo había una cantidad determinada de "energía o fuerza nerviosa" que tendría que repartirse por todos los órganos y sistemas del cuerpo. Y en el caso de las mujeres era todavía peor, porque en la batalla por esa energía habría una lucha especialmente intensa entre el cerebro y los genitales (que algo así ocurriera en los hombres es algo que parece no le constaba). Y claro, las mujeres que alcanzaban títulos educativos es porque habían consumido más energía con el cerebro, dejando menos para los genitales. Es más, sostenía que estudiar hacía que se destruyesen células cerebrales. Por lo que recomendaba que durante la menstruación las mujeres permanecieran en reposo absoluto (durante 4 días en colegios sólo para mujeres ya desde la infancia).
Consecuencia: Las mujeres con estudios tenían que ser unas inválidas estériles y enfermizas, inútiles para su verdadera misión de esposas y madres.
Pero claro, había mujeres que estudiaban y no se quedaban estériles. No importa al fanático la realidad, siempre tiene "razones": Pues esas mujeres tendrán embarazos y partos difíciles ya que se les reduciría la pelvis y sus hijos nacerían con grandes cabezas.
El caso es que no sólo era despectivo con las mujeres, sino también un miserable clasista. Porque todos estos problemas sólo afectarían a las mujeres de "buena familia" de clase alta (las criadas, campesinas y demás chusma femenina no contaban) con lo que, al ir quedándose estériles o con peor desdendencia por estudiar, tendrían menos prole que siguiera manteniendo el sistema "decente".
Muy bien, todo muy "lógico" caballero, pero ¿tiene usted pruebas reales de esos "problemas" causados por el estudio? Por supuesto que sí. Dos. (No sé cuántas mujeres llegaban a los estudios universitarios en USA a finales del siglo XIX, pero tener DOS casos no parece ser lo que se dice concluyente).
Una de ellas recibía el nombre de Señorita D. (claro, sería de "buena familia" y tampoco era motivo de avergonzarlos) que al graduarse con 19 años tenía desmayos al hacer deporte, dismenorrea, estreñimiento, nerviosismo, histeria, dificultades motoras, dolores de cabeza y, seguramente lo peor de todo, pecho plano (dios, tenía las tetas pequeñas!!!!).
El otro caso ni nombre tenía. Una estudiante que había muerto y en la autopsia "descubrieron" que tenía el cerebro "desgastado" (signifique lo que signifique eso). Debemos suponer, por cierto, que de tetas estaba bien, pues no se indica lo contrario.
Pruebas irrefutables, ¿no? Poco importaba que ya en la época había estadísticas que indicaban que las mujeres universitarias tenían las mismas condiciones saludables que los hombres universitarios y que tener la regla no afectaba a las capacidades físicas y mentales. Claro, como Clarke y otros sólo conocían a mujeres enfermas...por qué no iban a ser las demás igual. Además, no iban a cambiar sus creencias sólo porque la realidad indicase lo contrario.
El caso es que incluso algunos colegas de la época sostenían que la misteriosa Señorita D. no existía más allá de la imaginación misógina de Clarke.
Otros aspectos que esta gentuza ignoraba eran las condiciones sociales de la época que imponían a las mujeres "decentes" la ausencia de ejercicio, comidas poco saludables y vestimentas con corsés muy ajustados que no son nada saludables.
Suerte que por la misma época estaba Mary Putnam Jacobi, también médica de prestigio, quien ganó el Premio Boylston (de la misma Universidad de Harvard ) refutando las tonterías de Clarke.
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(He puesto esta fotografía para que se vea el "cómodo" vestuario que llevaban las mujeres de la época).
Además de poner en tela de juicio la necesidad del "descanso menstrual" indicaba que a los médicos les convenía tener una fuente constante de ingresos con las mujeres periódicamente "enfermas".
Una vez que los condicionantes sociales no imponen restricciones basadas en el sexo, queda más que demostrado que no hay trabajo, ni físico ni intelectual, que no pueda ser realizado por hombres o mujeres. Algo que en 2016 parece no estar suficientemente claro, como demuestran los norteamericanos eligiendo a un completo desequilibrado misógino como Donald Trump para ser su presidente (ventajas de la democracia indirecta, donde una persona un voto es puro comunismo).
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