Frente a la teología "natural" que pretendía ver a dios en el orden de la naturaleza, estaba la filosofía mecanicista o materialista.
Según este pensamiento todos los fenómenos, incluso los más complejos, podrían reducirse a principios y propiedades básicas inherentes a la propia materia. Algo rompedor en un momento en que la ciencia descansaba sobre la base aristotélica.
Un ejemplo fue el trabajo de Descartes sobre la aproximación mecanicista de la fisiología a través del movimiento y la materia. Así, la filosofía cartesiana describe al mundo animal como máquinas que interactúan con el entorno debido al movimiento de los corpúsculos que los forman y al calor generado por el corazón. Pero no fue totalmente rompedor, pues asignaba al ser humano un "alma racional" que sería la responsable del comportamiento "humano" diferente del comportamiento "animal".
Quien se tomó las ideas cartesianas muy en serio fue el médico francés Julien de La Mettrie, quien escribió un libro titulado El hombre máquina.
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En este libro rechazaba el vitalismo del alma y de los espíritus. Incluso rechazaba el alma racional de Descartes. Y cómo lo razonaba? Pues dado que era médico, conocía enfermedades que afectaban al entendimiento y otras características "humanas". Por tanto, esa supuesta alma racional que diferenciaría al ser humano de los animales, dependía bastante del estado físico del cuerpo. Por supuesto, además de materialista era ateo. Así que no es de extrañar que tuviera que huir de Francia y buscar refugio en Holanda.
Fue en Holanda donde escribió el libro indicado antes, en el cual el ser humano era nada más y nada menos que el resultado de factores físicos y químicos. En sus investigaciones observaba que el corazón de algunos animales seguía latiendo después de morir o que los músculos podían contraerse con estímulos artificiales. Y si eso podía aplicarse a los animales, ¿por qué no era esperable que en los seres humanos fuera igual?
El único motivo por el que los humanos eran superiores a los monos era por el lenguaje. Y que eran realmente los procesos físico-químicos del cerebro lo que conseguían esa superioridad, no una inencontrable alma (racional o divina). Y por eso las enfermedades o sustancias que afectasen al cerebro (como el alcohol) podían afectar tanto al cuerpo como a la "mente".
Además de ateo, también pensaba que la gente estaba en el mundo para vivir bien y ser felices, sin renunciar a los placeres. ¡Un gran tipo este La Mettrie (se le nota en la cara)!
Otro que también buscaba una respuesta no divina fue un antepasado de Charles Darwin, Erasmus Darwin, quien escribió un libro médico titulado Zoonomía (las leyes de la vida orgánica) en el que trataba sobre la medicina, la patología y (también) sobre la mutabilidad de las especies.
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Eso sí, se le iba un poco la olla en esto de la evolución. Según él, todos los animales provendrían de un único "filamento viviente". Pero aparte de estas salidas, era también partidario de la epigenesis y del mecanicismo.
El francés Conde de Buffon, Georges Louis Lecrerc, también tenía sus ideas propias sobre este asunto.
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Para él, la idea de que existieran átomos inertes que mediante atracción y repulsión pudiesen conformar lo que podía verse en la naturaleza y los seres vivos, no le acababa de convencer. Le gustaba más la idea de "moléculas orgánicas" (no en el sentido químico actual) cuyo movimiento e interacciones estarían guiados por un "molde interior" al cual irían de una forma ordenada debido a una "fuerza penetrante". Una sofisticación del alma racional de Descartes, supongo.
También se buscó problemas al sostener que la Tierra debería ser mucho más antigua de lo que pretendía la iglesia, especulando con que los cambios geológicos estarían relacionados con la evolución de la vida. Así que para minimizar la idea, sostenía que lo de los 7 días sería más bien una metáfora referida a 7 "épocas" de una duración desconocida.
Aún así, no se libró de que en la Sorbona le investigase una comisión "teológica". El muchacho se achantó y publicó que su intención no era hacerle la puñeta a las "verdades" bíblicas.
Desgraciadamente, por aquel entonces los medios de investigación no permitían conocer en profundidad procesos fisiológicos como la reproducción (sobre todo en sus facetas de desarrollo y diferenciación orgánica), la nutrición o el crecimiento. Por eso la filosofía mecanicista tuvo problemas para hacer valer sus virtudes.
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