Lo de que la Tierra es redonda se sabía hace mucho tiempo, desde los griegos clásicos (Pitágoras y Aristóteles, por mencionar a dos bien conocidos). Otra cosa son los "tierraplanistas", verdaderos paladines de la imbecilidad y el dogmatismo (otra deriva mental de leer acríticamente la Biblia).
Pero en el siglo XVIII hubo una discusión más interesante, que incluyó a físicos, geógrafos y astrónomos. Todos estaban de acuerdo en que la Tierra era redonda y que giraba sobre su eje. La discusión era sobre los efectos de la rotación de la Tierra sobre su forma, que no podría considerarse una esfera perfecta.
En el asunto había gente importante. Newton decía que el planeta se achataba por los Polos y se ensanchaba en el Ecuador. Por la otra parte, los franceses Giovanni Domenico Cassini (astrónomo italiano de nacimiento, que se quedó ciego después de 40 años de observar el firmamento y es el que da nombre a la sonda Cassini-Huygens) y su hijo, quienes decían tener cálculos de que la Tierra se alargaba en los Polos y se encogía en el Ecuador.
Así que la Academia de Ciencias francesa preparó dos expediciones, una al norte de Escandinavia, para medir lo más cerca posible del Polo Norte y otra al norte de Perú, donde la línea del Ecuador pasa por Los Andes. En ambos casos tenían que medir con la mayor precisión posible la distancia de un grado de latitud y al regreso, comparar los resultados.
El caso es que los que se fueron a Escandinavia realizaron sus medidas muy rápidamente y los resultados daban la razón a los cálculos de Newton. El equipo del Ecuador lo llevaba más lento (llevaban ya casi 8 años allí metidos) y a mitad de tarea se enteraron de que ya no hacía falta que siguieran. Aún así, terminaron sus mediciones y el jefe del grupo, el matemático Charles Marie de La Condamine decidió volverse a casita por su cuenta.
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No fue una buena idea.
En vez de volver directamente, se metió en una expedición que iba a cartografiar el Amazonas desde el interior hacia la desembocadura. El problema fue que el camino era un infierno. No sólo casi se dejaron el pellejo, sino que también estuvieron a punto de perder toda la información científica recopilada en esos 8 años (y los equipos científicos que usaron). ¿Y cómo hizo para evitarlo? Pues usando una sustancia de la que le hablaron los locales: el látex (el natural, obtenido de la resina de ciertos árboles). Recubriendo las pieles con esa sustancia las hacía resistentes al agua y a la humedad.
Y por qué ese tramo del río era (y supongo sigue siendo) tan peligroso? Porque es tan grande que las mareas del Atlántico llegan a avanzar más de 1100km río arriba creando dos corrientes de sentidos opuestos, una por la superficie y otra por el interior.
Por cierto, cuando terminó su recorrido descubrió que esa desembocadura estaba casi en la misma latitud que el punto de los Andes donde le habían mandado hacer las medidas. Es decir, que si hubieran ido allí desde un principio, ¡se habrían ahorrado 8 años de andar dando tumbos jugándose la vida!
Porque el pobre hombre (los que le acompañaban originalmente ya habían llegado antes a Francia) lo pasó jodidamente mal durante casi 10 años para casi nada.
Es lo que tiene la ciencia, unas veces te cubre de gloria y otras te cubre de desgracias. Y encima ganan los otros.
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