Comentábamos que una de las aficiones de Fermat era la de plantear desafíos y retos a los matemáticos de su época. No era un echo aislado sino una actividad frecuente de la época. Posiblemente por la "potencia" que estaban adquiriendo las matemáticas en una época de enorme crecimiento y aplicación de sus conceptos y avances.
Y uno de los matemáticos que parecía pasárselo a gusto en esos menesteres era el italiano Niccolo Tartaglia. Otro matemático autodidacto (no, no es un error). Además, no lo tuvo fácil. Pues lo de Tartaglia, tartamudo en italiano, es un apodo que él mismo adoptó como su apellido debido a una desfiguración que recibió siendo niño en su ciudad natal de Brescia durante un asalto militar. Y tengamos en cuenta que al no ser de familia rica, no tuvo tampoco acceso fácil a la educación.
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El caso es que llegó a ser profesor de matemáticas en Verona y Venecia y alcanzó fama participando en debates públicos además de aplicar sus conocimientos matemáticos a los asuntos militares.
Uno de esos debates tuvo lugar en uno de los campos de las matemáticas más populares: el álgebra. Por aquella época se centraba en la búsqueda de soluciones de las ecuaciones de orden superior a 2. Las de orden 2, de segundo grado o cuadráticas ya eran bien conocidas, con su famosa fórmula, que es la gloria de nuestros recuerdos de estudiantes:
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Pero las de tercer grado no tienen una solución tan fácil, que fue la que obtuvo otro italiano a principios del siglo XVI, Scipione del Ferro que trabajaba en la Universidad de Bolonia. Pero no la hizo pública sino que sólo era conocida por algunos de sus discípulos. Y fue uno de ellos, Antonio Fiore el que desafió a Tartaglia con 30 problemas. Los problemas planteados por Fiore se reducían en esencia a resolver... ecuaciones de tercer grado. El pobre creía que gracias a la desconocida solución de Del Ferro vencería a Tartaglia. Por su parte, Tartaglia planteó otros 30 problemas a Fiore.
¿Y qué pasó? Pues que Tartaglia, sin conocer la solución de Del Ferro, resolvió los 30 problemas. Y, por cierto, según se cuenta, tardó menos de 2 horas en hacerlo.
El caso es que Tartaglia no indicó cómo era su método para resolver las ecuaciones cúbicas, posiblemente como "herramienta" para otros desafíos.
Más tarde, aparece otro matemático y médico italiano, Girolamo Cardano que también quería resolver de forma general las ecuaciones de tercer grado. Así que intentó varias veces que Tartaglia le contara su método.
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El primer intento fue decirle a Tartaglia que quería incluir su método en un libro que estaba escribiendo. Al no colar el truco, directamente le desafió a un debate. Tampoco aceptó, pero viajó a Milán, lugar del desafío, para buscar financiación para sus proyectos. Allí, invitado por el propio Cardano, aceptó compartir con él su método, con el compromiso de mantenerlo en secreto.
Pero el secreto de no publicarlo no impidió a Cardano usar el método de Tartaglia en sus propios trabajos.
Y ahora viene lo bueno.
Años más tarde Cardano descubrió que Del Ferro ya había encontrado la solución antes que Tartaglia, con lo que pensó que ya no le debía la promesa de mantener el secreto y publicó el método de Del Ferro en un libro. Al conocerlo, Tartaglia se debió agarrar un cabreo monumental y pidió a Cardano un debate público sobre el asunto. Al final no acudió Cardano (supongo que por devolverle la afrenta anteriormente recibida) sino un discípulo suyo, Ludovico Ferrari.
El caso es que el método de Del Ferro-Cardano era mejor que el de Tartaglia (recordemos que este sólo le dedicó dos horas durante el desafío con Fiore), por lo que no tuvo más remedio que agachar las orejas y marcharse después del primer día, sin que oficialmente se proclamase un ganador. Pero las noticias de su espantada pronto se conocieron por otras partes y su fama y prestigio decayeron rápidamente.
Tanto que hoy en día el método que se enseña para resolver las ecuaciones de tercer grado se llama el método Cardano (http://es.wikipedia.org/wiki/Ecuaci%C3%B3n_de_tercer_grado).
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