Colección de 6 libros editados a partir de 2001, subtitulados The origins of conflicts worldwide.
El artículo sobre la deforestación de la selva del Amazonas, muestra el efecto de "seamos un poco medioambientalistas, pero tampoco mucho".
Según pone, el "conflicto" comenzó en los 70-80 con los denominados "gobiernos" militares preocupados por las injerencias de los ecologistas en la "soberanía" basileña. Bonita forma de referirse a las dictaduras habituales en la zona durante esos años. Y los "esfueros para desarrollar y modernizar la economía brasileña" no son más que las consecuencias de un embargo y falta de comercio exterior por ser, precisamente, una dictadura.
Efectivamente, Brasil es un país de enormes recursos naturales, con un tamaño adecuado para llevar a gran escala una política de autoabastecimiento (y convertise incluso en una potencia exportadora). Pero para algunos esas cosas nos gustan más cuando los gobiermos se eligen democráticamente. Y si ya piensan más en sus ciudadanos que en sus bolsillos... Algo que no ha ocurrido en Brasil, incluso después del final de las dictaduras militares, tal como podemos leer en la prensa con cada nuevo (o viejo) gobierno.
Pero las dictaduras militares siempre fueron del agrado de esas instituciones tan altruistas y democráticas como el Banco Mundial o el Banco de Desarrollo Interamericano. Por eso no dudaron en inyectar el dinero que fuera necesario para financiar mega-proyectos que arrasaron miles de hectáreas y a sus habitantes: Presas, minas, carreteras, infraestructuras,...
Un ejemplo es el Proyecto de minería de hierro de la zona de Carajás, iniciado en 1982 (actualmente una sola compañía brasileña está extrayendo más de 100 millones de toneladas de mineral al año).
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Además de la minería del hierro, se proyectaba extraer bauxita (para la obtención de aluminio, tal vez el proceso extractivo más energéticamente costoso), manganeso y cobre. Eso significa enormes construcciones industriales y las carreteras y vías férreas de servicio para todo ese entramado industrial. De paso también se deforestó para cultivar el tan denostado actualmente aceite de palma, arroz y soja. En total, se deforestaron más de 120 millones de m2 de selva amazónica.
Semejante proyecto provocó la llegada no sólo de los trabajadores y sus familias, sino de miles de personas sin empleo que para subsistir aplicaron la técnica de talar y quemar más selva para crear campos de cultivo y granjas. Pero los efectos ecológicos de estas actividades no tienen la más mínima importancia frente al efecto de la deforestación industrial. Además por el echo de que las industrias, diseñadas para funcionar con combustibles fósiles, que en esa época aumentaron de forma importante su precio (y por el embargo de la OPEP a la distadura militar desde 1973), se dedicaron a quemar carbón forestal, arrasando todavía más con la selva.
Debido al embargo del petróleo, la dictadura militar buscó nuevas formas de autoabastecerse de energía, por lo que se embarcó en la construcción de presas (parece que a los dictadores les encanta eso de las presas y embalses), con la inestimable financiación del Banco Mundial. Sólo la presa de Sobradinho provocó el desplazamiento de más de 70000 personas y millones de m2 anegados por las aguas del embalse.
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Pero no todo eran malas noticias. En 1998 (ya sin dictadura militar y con Fernando Cardoso como presidente, ganando por segunda vez a Lula da Silva, por cierto), Brasil llegó a un acuerdo conjunto con el Banco Mundial y la WWF (conocida tradicionalmente como ADENA en España) para conseguir proteger más de 250 millones de m2. Por supuesto, no se hizo nada de eso. La culpa fue de la crisis asiática que se inició por entonces: Según parece el altruista y democrático FMI (caracterizado por tener secretarios generales que acaban en juicios y cárceles) inyectó en Brasil 40000 millones de dólares en noviembre de 1998.
Como el FMI no se caracteriza por su generosidad ni compasión, a cambio de ese dinero exigió "ajustes estructurales" que redujeran los gastos "innecesarios" (ya sabemos qué significa eso, verdad?). En principio, se redujo el proyecto de protección ambiental en un 66% y no se pudieron aplicar las restricciones a la tala y la minería (que se habían incrementado en un 30% ese mismo año).
Y se añadió un incremento en la explotación forestal y minera para aumentar las exportaciones y conseguir más dinero del mercado exterior.
Efectivamente, la tala y la construcción de carreteras son las mayores responsables de la deforestación de la selva (un 80% según Greenpeace). Inlcuyendo el comercio ilegal de maderas (según el propio gobierno brasileño, hasta un 80% del comercio de madera de la zona es ilegal). Una situación insostenible, teniendo en cuenta que son más de 5 millones de km2 de selva, con muy poco personal del gobierno asignado a su protección.
Por cierto, desde esa época varias empresas asiáticas han comprado (si es que no siguen haciéndolo, pues entoncesw no había regulación para controlar la venta de tierras del Amazonas a empresas extranjeras) más de 70 millones de m2 de selva.
Pero no sólo la tala provoca deforestación, también contribuye la minería. Sobre todo desde el descubrimiento de oro en la parte norte de la selva a finales de los 70, con la consiguiente "fiebre", como en el salvaje oeste norteamericano del siglo XIX. No en vano, Brasil está entre los principales productores de oro del mundo (en 2015, ocupaba el puesto 11, siendo China, Australia y Rusia los primeros). Y la forma más efectiva de extracción del oro era usando mercurio (para obtener 1kg de oro se suele contaminar con 2kg de mercurio), con las consecuencias conocidas para las personas y el medio ambiente.
La economía capitalista no entiende de respecto al entorno ni tiene visión de futuro. Y si encima los gobernantes son de derechas, la exención de impuestos, las subvenciones a los afines y la especulación campan a sus anchas (cuánto se puede incrementar el precio del suelo de selva si en él se va a construir una industria, una mina, una vía férrea o una carretera?). Sobre todo en una selva que no está naturalmente preparada para dar beneficios a las actividades especulativas o a la ganadería intensiva (que requiere deforestar cientos de miles de m2 para conseguir pastos, acabando con el resto de la vegetación). Con las quemas lo único que se consigue es empobrecer los suelos, por lo que hay que seguir quemando para conseguir nuevos pastos. Aunque en los 90 se limitaron esos incentivos, el mercado internacional de la carne y los bajos precios de la tierra no hicieron disminuir la deforestación.
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Y si encima se dan incentivos a los pobres de Rio y Sao Paulo para qe se vayan a la selva a crear granjas y que se queden con todo el terreno que puedan... Porque se desplazaron millones. Las tasas de deforestación por asentamiento humano se multiplicaron por más de 90.
Un movimiento de especuladores y pobres que se vio favorecido por la creación de vías de acceso hasta las zonas más remotas de la selva. Por ejemplo, sólo por la autopista BR-364 (sí, financiada con dinero del Banco Mundial) fueron a más de 200000 migrantes en un año. Y no toda el área deforestada está tenida en cuenta con las mediciones vía satélite (se calcula que sólo está considerada la mitad). En este caso, la pobreza del suelo hace que los cultivos duren pocos años, provocando nuevas deforestaciones que vuelven a generar suelos igualmente pobres. Y así en un círculo vicioso.
Sin olvidar que las tierras abandonadas son pasto fácil para los incendios (naturales o provocados) generando más y más gases de efecto invernadero, pues se queman extensiones gigantescas reduciendo la capacidad de absorción del CO2 y la generación de O2. De ahí la importancia de la preservación de la selva amazónica incluida en el Protocolo de Kyoto (como si eso sirviera de algo).
Pero no son las miserables fincas de los pobres las más peligrosas. Esos terrenos no son nada comparados con los millones de m2 dedicados al café, al té, la soja, la palma, principalmente para el comercio exterior, en terrenos empobrecidos por las técnicas de deforestación (básicamente tala y quema). Son plantaciones comerciales que en grandes extensiones apenas emplean operarios, desplazándose permanentemente para deforestar nuevos terrenos.
Pero no son las miserables fincas de los pobres las más peligrosas. Esos terrenos no son nada comparados con los millones de m2 dedicados al café, al té, la soja, la palma, principalmente para el comercio exterior, en terrenos empobrecidos por las técnicas de deforestación (básicamente tala y quema). Son plantaciones comerciales que en grandes extensiones apenas emplean operarios, desplazándose permanentemente para deforestar nuevos terrenos.
Cuando los precios bajan, esos terrenos se abandonan hasta que los precios vuelven a subir. Y mientras se deforestan nuevas tierras para otros cultivos, casi siempre subvencionados por el gobierno de turno.
Si a todo esto sumamos los efectos del cambio climático (que existe por mucho que los idiotas lo nieguen, igual que la Tierra es redonda por muchos payasos que digan que es plana), con especial virulencia de El niño en la zona, la vulnerabilidad de la selva es todavía mayor.
El suelo no es capaz de resistir el empobrecimiento, la reducción de la humedad y la erosión provocados por los humanos (por su pobreza o por su codicia). Además de afectar a los acuíferos y la fauna de los ríos saturados de contaminación y suelo arrastrado. Un problema de depósitos sólidos que también afecta a la eficacia de las centrales eléctricas de las presas y a la calidad del agua embalsada.
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Y no se debe olvidar el efecto de la deforestación en la pérdida de biodiversidad, en una zona donde existe el mayor porcentaje de especies de todo el planeta. Y los ecosistemas son un delicado equilibrio que se piede con demasiada facilidad y que es muy difícil recuperar. Y cuando una especie desaparece, el resto se ve afectada.
Con menos de 10 especies se alimenta a la mayoría de la población mundial. Como se vio en el caso de la hambruna de la patata en Irlanda (que duró oficialmente sólo 7 años), depender sólo de un suministro es estar condenado al fracaso social.
Y no, crear unos cuantos parque naturales supuestamente protegidos, no vale para nada. Como tampoco vale abandonar a los habitantes ancestrales de esas zonas a su suerte en miserables reservas. Sobre todo cuando no se dedican recursos financieros y humanos para la protección de personas y tierras.
No olvidemos que antes de la llegada de los europeos (principlamente portugueses), había casi 10 millones de nativos en la selva. Actualmente puede que no lleguen a ser 200000. Diezmados por la codicia, las enfermedades y un choque brutal de culturas. Los especuladores, mineros, taladores no dudaron nunca en masacrar a las poblaciones locales en una muestra de codicia e inhumanidad horrorosa.
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A pasar del esfuerzo de muchos defensores de una selva de concordia, como Chico Mendes, organizador en sus orígenes del sindicato de los trabajadores del sector de la extracción de la goma (donde empezó a trabajar con 9 años, siguiendo a su padre), un sector exactamente igual de explotado que los otros.
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Desgraciadamente, su trabajo se hizo conocido en el exterior (recibiendo incluso galardones internacionales e interviniendo en una Asamblea General de la ONU). Fue asesinado por el hijo de un ganadero en 1988 (ese mismo año fueron asesinados otros 20 activistas). Tanto el asesino como su padre y un capataz fueron condenados, pero lograron escapar de la cárcel en 1993 en una fuga masiva, aunque fueron capturados y cumplieron el resto de la condena. Como "compensación", se dedicaron 8 millones de m2 a la extracción tradicional de la goma. Esas reservas se fueron ampliando posteriormente hasta superar los 136000km2.
Lo normal en un país en el que apenas un 2% de los terratenientes controlan más de la mitad de la tierra. Por mucho que el G7 y la Unión Europea (velando siempre por sus propios intereses económicos) hayan proclamado el rimbombante Programa piloto para la protección de la selva tropical en brasil (revisado a la baja en sus espectativas en 2003, finalizando oficialmente en 2010).
Poco pueden hacer las ONG y otras organizaciones internacionales ante la codicia de los ricos, que usan a los políticos como marionetas, cuando no son los mismo ricos los que con su dinero ganan las elecciones para ellos o sus lacayos. Algo que en Brasil estamos comprobando casi cada día con las noticias de políticos corruptos y los sobornos de las grandes empresas.
El Amazonas es el pulmón del planeta. Si desaparece, morimos todos. Algo que no importa a los ricos sedientos de más dinero. Todavía no saben que el dinero no se come ni te lo puedes llevar a la tumba.
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