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Science and its times. Vol 4. 1700 to 1799 (Parte 12)

Otra de las ideas que pasaron a mejor vida fue la del flogisto.Y no fue fácil porque tenía respuestas para todo. Y ese fue su talón de Aquiles, buscar explicaciones ad hoc que lo único que hacían era complicar y retorcer la idea original hasta que la cuerda se rompió.

Como casi todo, empezó ya con los griegos clásicos, que  de los cuatro elementos, decían que el fuego era la fuerza creativa. Y claro, como uno de los que así hablaban era Aristóteles, pues los demás a callar. Aunque en esto Aristóteles seguía la idea de su maestro Platón, quien ya hablaba sobre que todas las cosas que ardían tenían en su interior un "algo" inflamable, que era lo que hacía que las cosas ardieran.

Y como todas las cosas se suponía que estaban formadas por una combinación de los cuatro elementos básicos, la madera, por ejemplo, al arder generaba una llama (que sería el fuego), un humo (que sería el aire), no sé a lo que considerarían agua, pero las cenizas que quedaban serían la tierra. Y la idea del fuego como elemento principal se retomó en la Edad Media con el retorno al clasicismo y no tuvo ningún problema en ser asumido por los alquimistas.

La novedad alquímica era que a ese principio inflamable lo asociaron al azufre o más bien a un "sutil espíritu de azufre". ¿Por qué? Pues porque el azufre arde casi por completo sin dejar restos, por lo que pensaron que era prácticamente ese principio inflamable sin nada más. Así que el sistema se cambió de aire-tierra-fuego-agua a azufre-mercurio-sal. En el ejemplo de la madera ardiendo, lo haría porque tiene azufre, la llama sería el mercurio y las cenizas serían la sal.




Hasta llegar al siglo XVI con J. J. Becher y su alumno, más famoso, Georg Ernst Stahl. Según ellos, el azufre no era un elemento básico sino una combinación de ácido sulfúrico y una cosa nueva llamada flogisto, que sería lo que hace arder al azufre. Y al arder se liberaría el flogisto ese dejando las cenizas. En el ejemplo de la madera ardiendo, las cenizas serían la madera original menos el flogisto. Y una sustancia que arda bien tendría más flogisto que una que ardiera mal.

Dado que la mayoría de las sustancias que arden pierden peso, lo del flogisto tuvo mucha aceptación aunque nadie lo vio nunca (como si se precisase ver para creerse algo. Es más, creo que dado que no se veía la gente creía con más firmeza en ello, vamos como la religión). Y además también parecía explicar el fenómeno de la corrosión de algunos metales (que sería, por tanto, el óxido más el dichoso flogisto ese que nadie veía). Y la respiración también era el resultado de "quemar" flogisto, y la digestión "quemaba" la comida y también liberaba el flogisto que tenían los alimentos.

Y ya se vinieron arriba totalmente, y el flogisto era el responsable del color, y al mismo tiempo era incombustible e indestructible. Y dado que nadie era capaz de verlo, también era sutil, incoloro y, directamente, invisible. O sea, la perfecta definición de explicación ad hoc. Tenía "explicaciones" para todo: ¿Por qué la madera que al aire libre arde tan bien, porque claro tiene flogisto a punta pala, cuando se pone dentro de un recipiente cerrado apenas arde y la llama se apaga enseguida? Sin problema, el flogisto viene al rescate: Es que el aire de la jarra es muy poquito y no puede contener tanto flogisto (a pesar de ser invisible y sutil) como hay en la madera, por eso se apaga enseguida.

Evidentemente, valía para tanto para un roto como para un descosido por lo que su aceptación fue muy rápida. Y no contradecía las creencias religiosas.

Pero, siempre hay un pero, a medida que los experimentos se hacían en condiciones más controladas, los resultados ya no eran tan favorables. Y pretender explicarlo todo hace que los puntos débiles salgan a la luz más pronto, porque una idea no es teoría porque se vaya ampliando para "meter" lo nuevo, sino que con los mismos principios sirve para explicar más cosas. Además, era la época en la que empezaba a ponerse en tela de juicio el "saber" de los antiguos y de la tradición (en ciencia y en otros muchos aspectos de la vida), no en vano se venía encima la Revolución Francesa.

Y tanto modificaron al dichoso flogisto que pasó del principio indeterminado de Stahl a ser algo con masa: Claro, la masa que se pierde cuando algo arde, o que el óxido pesa menos que el metal del que proviene. Pero, un momento, cuando las balanzas fueron más precisas, los científicos se dieron cuenta de que el óxido ese, sí pesaba menos, pero también era menos denso. Y claro si se corregía la diferencia de densidad entre el óxido y el metal del que provenía, resultaba que había ganado peso. ¿Y entonces el flogisto y su masa que se había desprendido?

Algunos intentaron darle una vuelta más a la tuerca y decidieron que en ocasiones el flogisto tendría masa negativa (sobre todo en aquellos casos en los que les conviniera para la "explicación"). Y en otros casos ni tan siquiera tendría masa.


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El flogisto, que tan bien había funcionado con los sólidos, fallaba bastante cuando se trataba de gases. Y a ellos se dedicaba J. Priestley, por cierto, partidario del flogisto. Pero también era una persona cuidadosa en sus experimentos. Y cuando estaba quemando el "óxido" del mercurio descubrió un nuevo gas quedando como resto el propio mercurio. Y ese gas tenía unas propiedades muy curiosas, pues en él las cosas ardían de forma mucho más intensa y durante más tiempo que en el aire. Y cuando se metían unos ratones en un recipiente cerrado con ese gas, seguían vivos más tiempo que si tuvieran aire. Así que Priestley, siguiendo su idea, complicó lo del flogisto diciendo que ese nuevo gas era la leche absorbiendo flogisto. Y entonces, ¿por qué esas diferencias respecto al aire? Pues porque el aire tendría su propia cantidad de flogisto, por lo que podría absorber menos flogisto que ese gas, que, por tanto, no tendría nada de flogisto. Tanto, que a ese gas le llamó aire "desflogistizado".


https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/4e/David_-_Portrait_of_Monsieur_Lavoisier_and_His_Wife.jpg


Pero su colega Antoine Lavoisier repitió los experimentos y, aunque obtuvo los mismos resultados, cambió la explicación. Una explicación más sencilla (que suelen ser más correctas): Que cuando una sustancia arde o se forma un óxido, no se "emite" flogisto, sino que se "absorbe" ese nuevo gas contenido en el aire. Ese gas que no sería aire desflogistizado sino un nuevo gas con entidad propia, y al que llamó oxígeno. Y así no hacía falta tener un flogisto de masa positiva, negativa o sin masa. Cuando un metal se oxidaba era porque se combinaba con ese oxígeno ganando la masa del gas absorbido. Y cuando una sustancia ardía, lo hacía por combinación con el oxígeno generando sustancias que "salían" de la sustancia, causando su pérdida de masa. Pero el oxígeno ese no tendría que cambiar sus propiedades según los resultados o los intereses de quien hiciese el experimento.

Ahí está la idea revolucionaria: Desde Platón las cosas ardían porque "perdían" algo, pero de los experimentos de Lavoisier se podía deducir que las sustancias "absorbían" oxígeno.

Por supuesto, Lavoisier tampoco tenía TODA la razón, pero su explicación era mejor que la del flogisto. No era capaz de explicar la naturaleza del fuego o del calor, por lo que él también se inventó su "algo" interno, el "calórico". Que en esencia casi se puede considerar una mejora del flogisto. Pero Lavoisier no tenía ni las herramientas ni los conocimientos para hacerlo mejor.

Aunque no le fue nada mal: Cuando se quemaba hidrógeno con oxígeno se obtenía agua (sí, las pilas de combustible no son una idea muy moderna), por lo que se descubrió que el agua era una combinación de dos gases.

Lavoisier murió antes que Priestley, y aunque los nuevos resultados eran más favorables al calórico que al flogisto, Priestley nunca reconoció que estaba equivocado. Eso sí, tuvo el detalle de reconocer por escrito que la "nueva química" inaugurada por Lavoisier era el camino a seguir.

Evidentemente, el calórico de Lavoisier no era la respuesta, pero al menos no era un principio básico inamovible como el flogisto. Fue el punto de partida para el desarrollo posterior de una completa, simple y coherente teoría de la combustión. Aunque hubo que esperar hasta el siglo XX para demostrar que el calor era una de las formas de la energía y no un "algo" más o menos esotérico.

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