En la Ilustración, como en todas las épocas
siempre hubo algunos, aprovechados o no, que propusieron ideas totalmente
idiotas que tuvieron su momento de gloria. Una de esas tonterías fue el llamado mesmerismo, muy de moda entre la gente
“bien” de la época.
En un momento en que la medicina
estaba desprendiéndose definitivamente del pasado y del lastre religioso que relacionaba la enfermedad (sobre todo la mental) con el demonio y el pecado, un exceso de mecanicismo llevó a algunos a querer explicar
al ser humano mediante “fuerzas” vitales en vez del “alma” religiosa. Distinto perro con el mismo collar.
El caso es que el mesmerismo ese ni
tan siquiera era original. Ya hacía tiempo que circulaba la tontería de que
debería haber “fuerzas invisibles”, a semejanza de la gravedad con los
planetas, que “actuasen” sobre los organismos vivos para darles “movimiento”. Y
otra tontería era el efecto “beneficioso” de los imanes en el tratamiento de
las enfermedades. El mesmerismo lo que hizo fue juntar ambas tonterías en una.
Esa tontería fue propuesta ya por un
joven Franz Anton Mesmer en la defensa de su tesis doctoral en medicina: De planetarum influxu (Sobre la
influencia de los planetas, se supone que sobre las enfermedades, claro).
Efectivamente, la astrología en la Universidad no es algo de hoy en día.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/6c/Mesmer.JPG |
Ahí ya hablaba del “magnetismo animal”
y citaba a un médico inglés que demostró lo bien amueblada que tenía la cabeza
escribiendo un libraco sobre la influencia del sol y de la luna sobre el cuerpo
humano y sus enfermedades. ¿Su razonamiento? Pues si el sol influía sobre la
luna y la luna sobre las mareas, ¿cómo no iban a influir sobre los seres
humanos? Vaya, un argumento totalmente científico e irrefutable.
Está claro que Newton se le había
atragantado a más de uno.
También debió pasarle a Mesmer, que se
inventó una “gravedad animal” que actuaría sobre los fluidos y partículas del
ser humano que al interactuar entre ellas generarían esa “gravedad”.
¿Resultado? Pues que el cuerpo humano, con esa “gravedad” sería como un
generador de “energía” interna capaz de animar y originar los procesos
físico-químicos necesarios para la vida. O sea, que los seres humanos serían
como “centrales eléctricas” autónomas, con su correspondiente “magnetismo”.
El caso es que no se contentó con eso
(y no porque no tuviera prueba alguna de lo que afirmaba) sino que
posteriormente “pensó” que si el cuerpo humano tenía su propio magnetismo, un
imán exterior podría interactuar con él. Y dado que, según Mesmer, las
enfermedades podían entenderse como “irregularidades” del “magnetismo animal”,
también podrían “regularizarse” usando imanes externos. Así, ya tenemos al
muchacho aplicando imanes a señoras y señoritas de buena familia “enfermas”.
Pero la cosa fue a peor, si cabe.
Porque ya se le fue la olla definitivamente y decidió que ni hacía falta usar
imanes, que con su propio “magnetismo”, a través de la imposición de manos,
haría el mismo efecto “reparador” del desajuste magnético de las pacientes.
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Vaya si fue a peor, porque lo
siguiente fue que también decía que se podrían “magnetizar” cosas, como el
agua, para “recetársela” a las pacientes y que se tomaran el “tratamiento” en
sus casas. Supongo que pagando su buen dinerito, claro. Anda, como la homeopatía.
Los relatos de los pacientes “curados”
y los efectos del mesmerismo se ven ahora como reacciones histéricas de las
señoras y señoritas de la alta y encorsetada sociedad de la época.
Y la tontería esta tuvo un curioso
efecto secundario, cuando el marqués de Puységir, según parece, descubrió el
hipnotismo al inducir lo que llamó un “sonambulismo artificial”.
Cuando se enteró, Mesmer debió de
ponerse muy contento. Sus tonterías tenían una “prueba” de la existencia de
“fuerzas” invisibles que conectaban todas las cosas y así se “explicaba” que un
hipnotizado aparentemente dormido hiciera cosas con los ojos cerrados. ¡Tenía
que haber una comunicación entre el sonámbulo y algún plano superior de la
existencia donde se le decía lo que tenía que hacer!
Y luego llegaron los románticos, sobre
todo en Alemania, que se montaron la paja mental de que el “soanmbulismo
artificial” era el reflejo de la capacidad del ser humano de “trascender” a un
“plano superior” donde todas las cosas eran una.
Sí, creo que en esa época estaban de
moda los lingotazos de absenta y fumar opio como posesos.
El caso es que la cosa degeneró
bastante y lo de las decorosas señoras y señoritas de la buena sociedad
desmelenándose bajo los influjos hipnóticos llevó a que el gobierno francés
tomara cartas en el asunto, declarando al mesmerismo como un timo de curanderos
y un peligro para los “pacientes”. Así que en 1784 se prohibió como práctica
médica.
Y no me creo que esas ideas de los
imanes y el hipnotismo como ayuda en tratamientos de psicoanálisis sean
herederos del mesmerismo. Parten de, como mínimo, conceptos diferentes sobre el
funcionamiento del cuerpo y de la mente humanas. No hay “gravedad animal” ni
“planos existenciales superiores” ni otras zarandajas por el estilo. Existen
los campos electromagnéticos, no explicados por Mesmer y su mala digestión del
gravitacionismo newtoniano, sino por Maxwell. Y sobre el uso del hipnotismo y
las “regresiones” en el psicoanálisis hay mucho de lo que hablar, y no todo es
bueno (por muchas películas de cine que nos pongan, aunque las de Woody Allen y
sus psicoanalizados personajes sean muy divertidas).
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