Ya va tocando acabar con el Renacimiento. Época gloriosa para el saber, y desgraciada para la religión y su ayudante la ignorancia.
El progreso no lo marcan siempre los grandes descubrimientos o las teorías más revolucionarias. En muchas ocasiones son avances aparentemente simples y sencillos los que ponen todo patas arriba, o los que permiten ese avance espectacular. Pero también son los que permiten el avance lento y firme que echa por tierra las creencias erróneas, por muy firmes e inamovibles que parecieran o por muy poderosos defensores que tuvieran. Porque así es la ciencia, avanza casi siempre con paso lento y firme, de tal manera que no se le pueda reprochar inconsistencia. Su avance se basa en la realidad comprobada y cualquier idea nueva tiene que someterse al escrutinio y la verificación. Y si supera esas pruebas, por muy revolucionaria que sea, si muestra que lo anterior no era lo correcto, será aceptada por los demás. Por los demás que no sean creyentes ni pierdan privilegios. Por eso a la religión nunca le ha gustado la ciencia. Y ahí están las pruebas de cuánto tiempo tardaron en aceptar, por ejemplo, la teoría heliocéntrica o que la creación bíblica no es más que un cuento (bueno, esto último no lo han dicho así, claro). Eso si, siempre habrá idiotas que digan que eso no son más que "teorías", mostrando doble ignorancia: la del creyente y la del que no sabe qué es una teoría (y su diferencia con hipótesis). Y luego están los que tiran por la calle de en medio y pretenden "explicar" la creencia religiosa con "diseños" pseudocientíficos.
Y es en el Renacimiento donde podemos encontrar varios ejemplos de "pequeños" inventos técnicos que permitieron revolucionar conceptos firmemente establecidos y usados por la iglesia para el aborregamiento general. Es en esta época donde más claramente, en mi opinión, se pone de manifiesto la necesidad de las herramientas y de la tecnología en el avance de la Ciencia. Anteriormente, la Ciencia avanzaba casi por puro razonamiento y observación. A partir del Renacimiento, la Ciencia precisa y desarrolla herramientas para comprobar experimentalmente el razonamiento. Porque una idea no es más que una idea mientras no demuestre su "existencia" en el mundo real. Y ahí es donde entran los tecnólogos (inicialmente artesanos en el más puro sentido del término), llevando a la práctica las ideas y construyendo los instrumentos para demostrar esas ideas.
Inventos e instrumentos que pusieron al ser humano en su verdadera posición en el Universo. Mal que le pesase a la religión arrimada al poder, para poder ejercer a su vez su propio poder. Inventos como el telescopio, que no deja de ser un tubo con una serie de lentes dispuestas de forma precisa. Cuando la técnica de fabricación y pulido de lentes permitió construirlas sin que las aberraciones ópticas distorsionasen en demasía las imágenes, se pudo ver claramente el firmamento. Y entonces se pudieron hacer cálculos más correctos sobre posiciones y movimientos.
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Y así, las viejas ideas de que la Tierra era el centro del Universo fueron insostenibles. Aunque costó mucho, incluso vidas, que la iglesia lo aceptase.
Inventos como el microscopio. Otro tubo con lentes, que permitió descubrir lo ínfimo. Y así, se desterraron viejas ideas sobre las enfermedades, se conoció cuál era la estructura fundamental de los objetos, tanto animados como inanimados. Se conoció, en definitiva, que el glorioso ser humano, teórica culminación de la creación, era fisiológicamente indistinguible de otros muchos seres vivos menos desarrollados. ¡Qué golpe a la soberbia humana, la imagen y semejanza de dios igual que otros animales! ¡Cuánta indignación en los médicos y sus galénicas e incorrectas ideas!
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Pero también hubo otros inventos, más desconocidos, que ejercieron su glorioso papel en el progreso de la ciencia y, por tanto, en el de la humanidad. Como la humilde y a la vez poderosa regla de cálculo, origen de las máquinas de calcular. Con ella ya no fue necesario, por ejemplo, disponer (¡y calcular!) de las laboriosas y farragosas tablas de logaritmos o de trigonometría. De esa manera se simplificó el cálculo, disminuyendo el número de errores posibles. Y con mejores y más precisos cálculos, el resto de las ciencias tenía una herramienta más para su avance. Es más, se considera que la regla de cálculo representó un avance de tal magnitud que sólo se vio superada su influencia con la aparición, casi cuatro siglos después, de las calculadoras como hoy las conocemos.
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Así que agradezcamos el lento y laborioso trabajo de los tecnólogos que, paso a paso, inventan y perfeccionan instrumentos que permiten a los demás científicos tener, desarrollar y comprobar nuevas ideas.
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