Es en el Renacimiento cuando se originan muchos de los usos que hoy en día están más que establecidos. Entre ellos, muchas de las técnicas tradicionales de asistencia al parto.
Desde los tiempos más remotos, la asistencia a las parturientas era tarea de otras mujeres, las parteras o más modernamente, matronas. Evidentemente, no disponían de ningún tipo de formación técnica, sino que el saber (y las supersticiones) se iba pasando de unas a otras.
Por su parte, los médicos, mostrando ya de antiguo su proverbial soberbia, veía el embarazo más como una enfermedad. Así que las "recetas" eran sangrías para re-establecer el desequilibrio entre los humores, que según la idea dominante entonces, originaban las enfermedades.
Así que tenemos a las parteras asistiendo tanto si el embarazo iba bien como cuando había dificultades. Si todo iba bien, con el feto en posición de cara, no había que intervenir apenas (apoyo y ayuda para eliminar la placenta y evitar infecciones). El problema era cuando el parto presentaba dificultades, pues apenas había opciones para intervenir. Además de la falta de higiene, el desconocimiento de la anatomía y del propio proceso de alumbramiento hacían muy escasas las posibilidades de salvar los problemas. ¿Lo habitual? Si el feto estaba mal posicionado, la partera apretaba el abdomen o, peor todavía, recurría a encantamientos u olores. Entre los rituales estaba quitar las horquillas del pelo o abrir todo lo que estuviera cerrado (ventanas, puertas, botellas).
Por tanto, no debe extrañar la elevada mortalidad tanto de las madres como de los hijos. Y había que actuar rápido si la madre tenía problemas, para intentar salvar al recién nacido. A lo que se añadía la tontería católica del purgatorio, donde irían los recién nacidos muertos antes de bautizar. Esa prisa por bautizar sería uno de los motivos por los que las propias parteras comenzaron a hacer cesáreas, eso sí cuando la madre ya había muerto.
Como siempre, cuando algo se empieza a practicar con frecuencia, llegan las autoridades y empiezan a poner reglamentos, siendo los primeros requisitos llamar a un médico o a un barbero-cirujano si el parto presentaba dificultades. También se les prohibía usar instrumentos afilados y cortantes para extraer fetos muertos. El gremio de cirujanos estableció en 1540 un regulación en la que se prohibía la práctica de la cirugía a carpinteros, herreros, tejedores (hasta aquí correcto, ¿no?) y a mujeres.
Y con regulaciones como estas fue como se "obligó" a los médicos a introducirse en el mundo de las mujeres y el parto, algo de lo que sabían pero bien poco.
Aunque no era por falta de información, que ya por entonces había médicos especializados en estos asuntos. Uno muy famoso fue Ambroise Paré quien ya por el siglo XVI, y siendo cirujano del rey de Francia, estudió los mecanismos del proceso de parto.
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Él fue el inventor de la maniobra de girar con la mano el feto cuando se presentaba en mala posición y conseguir que saliera primero la cabeza. Una maniobra que rápidamente fue de uso obligatorio entre los médicos que asistían a los partos, algo habitual ya a principios del siglo XVII. No sin la oposición de muchas mujeres, por cierto.
A finales de ese siglo XVII otro médico francés, François Mauriceau mejoró la técnica de Paré y escribió tratados sobre cómo actuar en partos dificultosos.
Otro francés que se dedicó a este asunto fue François Rousset, que le pilló el gusto a las cesáreas, pero con las madres vivas. Algo que no fue muy bien recibido entre sus colegas, incluido el propio Paré. Más que nada porque las pocas cesáreas que se hacían entonces terminaban siempre con la madre, como mínimo, muerta por la hemorragia o por infecciones posteriores. Hubo que esperar a finales del siglo XIX para que le dieran la razón a Rousset.
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Otros franceses que se dedicaron a este negocio fueron los Chamberlen, quienes durante más de un siglo les consideraban como milagrosos por sus éxitos en los partos difíciles. Y todo porque habían inventado un instrumento, que mantenían en secreto hasta para las parturientas (que estaban cubiertas de mucho ropaje). Un instrumento que para usarlo otros médicos tenían que pagar y que en 1720 fue revelado al mundo: el fórceps.
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A pesar de ese aspecto, este instrumento fue revolucionario al conseguir disminuir la mortalidad del feto y reducir los daños a las parturientas. Eso sí, dado que fue considerado un instrumento mecánico, las matronas no estaban autorizadas a usarlo. Tal vez ese fue e golpe final al monopolio de las mujeres en el parto y desde entonces los hombres asistían cada vez más en esas operaciones. Junto con el establecimiento de salas de partos en los hospitales, que hicieron disminuir los partos en las casas.
Como efecto secundario, vino la medicalización del nacimiento. Que es otra historia.
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